El Estado Clientelar:
Por Kelder Toti.
(Un
análisis de cómo la hiperinflación destruyó el modelo clientelar
chavista, facilitando una revuelta militar y de la Sociedad Civil).
El
clientelismo político es un intercambio extraoficial de favores, en el
cual los titulares de cargos políticos regulan la concesión de
prestaciones, obtenidas a través de su función pública o de contactos
relacionados con ella, a cambio de apoyo electoral, en el caso
venezolano es a través de algunas de las misiones y cargos políticos,
que le permita al régimen legitimidad ante la masa o una ventaja
particular, ya sea una persona de confianza o una gratificación sexual.
En
un sistema de clientelismo, el poder sobre las decisiones del aparato
administrativo del Estado se utiliza para obtener beneficio privado; el
patrón —sea directamente un funcionario, u otra persona dotada de
suficiente poder como para influir sobre los funcionarios— toma
decisiones que favorecen a sus clientes, y que estos compensan con la
perpetuación en el poder del funcionario implicado o de su entorno, ya
sea a nivel político, económico, social y hasta sexual.
Al crearse una gran clientela, la soberanía no reside en el pueblo sino en el patrón de la clientela, es imposible que exista un sistema democrático donde impera un régimen clientelar, ya que las personas ceden su capacidad de decidir. La clientela del Estado venezolano ronda 4.400.000 de personas. La Burocracia se estima para el 2014, en 2.200.000 personas, 1.400.000 personas pensionadas y el resto en las misiones y gabelas. Por lo cual el que dirige a la clientela dirige al Estado.
La
relación puede fortalecerse mediante la amenaza de utilizar esa misma
capacidad de decisión para perjudicar a quienes no colaboren con el
sistema, quitándose todo tipo de provisión que provee la renta
petrolera. Resulta paradigmática, a este respecto, la habitual relación
entre los principales medios de comunicación comerciales y privados, y
los principales partidos cercanos a cualquiera de los principales
organismos de poder, fenómeno particularmente característico de sistemas
con fuerte consolidación o predominio de situaciones de Bipartidismo.
El
Monopartidismo del Psuv, los obliga para mantener la hegemonía,
controlar los medios de comunicación, donde la ideología, es el cemento
social dado lo heterodoxo de su discurso, pudiendo reforzar
ideológicamente el sistema clientelar, que se pone a prueba en cada una
de las elecciones, en cada elección el sistema clientelar tiene que
expandirse tanto vertical como horizontalmente, si se desea tener
legitimidad, de lo contrario se atasca, y es proclive a una revuelta
popular.
En
general, los sistemas clientelares aparece donde la necesidad de
integrar rápidamente un elevado número de participantes a un sistema
político sin tradición organizativa, lleva al desarrollo de sistemas de
mediación informal entre la acción estatal y las necesidades de las
comunidades, sujentándolas a sus decisiones, dada lo informe de la masa
electoral, ya sea por la gran cantidad de inmigrantes existente
(2.700.000 de personas), que buscan depredar a cambio de su apoyo los
recursos de la nación.
Estructura del clientelismo:
En
el clientelismo los bienes públicos no se administran según la lógica
imparcial de la ley, sino que están bajo una apariencia legal, que se
utiliza discrecionalmente por los detentadores del poder político, a
nivel ejecutivo, justificándolo las necesidades y penurias del pueblo;
normalmente se corresponde con figuras penadas jurídicamente como la
prevaricación o corrupción.
Sin
embargo, existen pocos incentivos, en la élite política venezolana, ya
sea partidaria del régimen bonapartista o un régimen liberal, que los
participantes busquen acabar con el sistema clientelar, puesto que éste
se halla institucionalizado —en el sentido sociológico del término— como
patrón regulador de interacciones, conocido, practicado y aceptado (si
bien no necesariamente aprobado) por los actores (O'Donnell: 1997).
Hábito clientelar
La
relación de los clientes con el patrón no se apoya únicamente en su
interés por los favores que pueden recibir a cambio de su adhesión, sino
que está basada en la concepción de que estos se forman a partir de su
experiencia del funcionamiento del poder, y en las expectativas que así
desarrollan.
El
elemento material y puntual de intercambio del clientelismo tiene así
un efecto persistente sobre las expectativas sociales y políticas de los
participantes; si bien la relación entre cliente y patrón se inicia a
través de un "favor fundacional" (Auyero, 1997), mediante el cual el
patrón —posiblemente a través de un puntero o mediador— brinda una
prestación al cliente, no es este el factor más importante en la
constitución del sistema, sino el conjunto de creencias, presunciones,
estilos, habilidades, repertorios y hábitos que la experiencia repetida,
directa e indirecta de estas relaciones provoca en los clientes, y los
obliga a sujetarse electoralmente, reforzando el régimen democrático,
régimen turco y régimen bonapartista, que surgió a partir de 1978 y 1999.
Estos
factores consolidan la relación, y disimulan su carácter de
transacción; al igual que el Don de las sociedades primitivas, en el
cual la separación en el tiempo de los regalos recíprocos disimula el
hecho de que se trata de una forma de intercambio de equivalentes, en el
clientelismo la irregularidad y falta de simetría de las prestaciones
escamotea su carácter económico, que puede ser secundario para la élite,
pero no así para los clientes, que dependen de subsistencia de ello,
por lo tanto están sujetos a sus decisiones. es un caso típico de las
muchachas recién graduadas de la universidad que buscan un amante con
poder para deslechar que les permita obtener un cargo público.
Puesto
que cliente y patrón (o mediador) se conocen personalmente, y la
concesión de prestaciones se realiza de manera individualizada, la
relación clientelar se confunde con las afinidades personales dadas por
la pertenencia común a las redes sociales, familiares, étnicas,
religiosas o deportivas. Los factores subjetivos vinculan más
estrechamente a patrones/mediadores con sus clientes, y se transforman
en indispensables para que la relación clientelar no se quede en un
simple hecho mercantil (Trotta, 2002), masificando el patronazgo a
través de las Misiones.
Relaciones de dominación:
Sin
embargo, la relación entre cliente y patrón no es simétrica: existe en
ella una neta dominación, motivada por las dotaciones sumamente
desiguales de capital social, simbólico y económico de patrones y
clientes. Además de las diferencias producidas por el acceso desigual al
poder estatal o económico, es la posición histórica de los agentes en
el campo clientelar —su reconocimiento público como "necesitados" o
"dispensadores"— lo que le da el carácter de un espacio históricamente
constituido, con instituciones específicas y leyes propias de
funcionamiento, que le den viabilidad, tanto política como económica.
Posiciones en el campo:
La
explicación del sistema clientelar como un campo —en lugar de como una
estructura estable de roles, en la tradición estructural-funcionalista—
permite explicar que las posiciones de los actores cambien a partir de
una compleja serie de cuestiones; por ejemplo, el poder del director
puede verse amenazado por el ingreso de un patrón alternativo, o por
circunstancias especiales, como las vísperas de un acto electoral, donde
se necesita el voto de los clientes de la red, quienes —aprovechando la
coyuntura favorable— adquieren mayor fuerza en la negociación, la
debilidad radica no en comprar a las personas sino no tener con qué
comprarlas. Incluso la dinámica propia de una red clientelar podría
generar que un actor que modifique su posición, pasando de cliente, en
virtud de la confianza obtenida de su patrón, en mediador, con lo cual
suma capital para moverse dentro del campo, de ahí la diferencia entre
los chavistas y de la Mud, es mínima, en realidad son las dos caras de
la moneda.
Cada
participante del campo clientelar tiene objetivos propios. Los clientes
buscan respuestas a sus necesidades básicas inmediatas (atención
médica, alimentación, trabajo, etc), los mediadores pueden motivarse por
diferentes cuestiones —desde adscripción partidaria o ideológica hasta
el mantenimiento de un empleo estatal—, y patrones buscan a su vez
acumulación política, como objetivo estratégico, y acumulación
electoral, como objetivo coyuntural.
La
acumulación política incluye tanto la búsqueda de adhesiones que
legitimen su rol de dirigentes políticos como la construcción de
aparatos que otorguen la posibilidad de acrecentar su poder político,
que legitime su bonapartismo, pero el fracaso en repartir la renta
conlleva a alienación de la clientela, que es lo que está sucediendo
actualmente. El patrón no obtiene recursos económicos de la red, sino
que amplía su base de sustentación para mantener su carrera. Esa
acumulación debe concretarse, hacerse visible, en un momento concreto:
los comicios, cuando el poderío del patrón debe ratificarse.
Clientelismo y sistema político
Patrón
y mediadores no aportan privadamente los recursos que sustentan los
intercambios, sino que los toman del ámbito estatal; generalmente,
patrón y mediadores también están allí insertos. Las prestaciones
sociales —en particular aquellas que no están disponibles
universalmente, como planes diferenciales de subsidios o becas— son los
recursos generalmente considerados como medios típicos de la
redistribución clientelar.
Los
patrones suelen ser gobernantes o legisladores; los mediadores, parte
de la plantilla de los ministerios, municipios o legislaturas. Esa es
otra característica propia del clientelismo: se ejerce a partir de la
estructura burocrática o del aparato público estatal (Trotta, 2002). Del
Estado provienen por lo general los recursos que aceitan los
intercambios clientelares, y es también el ámbito de actuación de
patrones y mediadores; el clientelismo moderno tiene su base en él,
constituyéndose en una variante de privatización de lo público. De
acuerdo a la influyente definición de Javier Auyero, el clientelismo
«[depende] de una tercera parte para su continuación (aquí refiriéndose
al patrón político, representado por un político en particular o por una
estructura estatal). Los incentivos materiales necesarios para el
desarrollo de la relación vienen del afuera y son producto de un balance
de poder específico entre el mediador y el patrón político exterior»
(Auyero, 1997).
En
los estados clientelistas, se relega el derecho como instrumento de
gobierno. La vigencia del derecho está determinada por el grado de
preponderancia de los vínculos clientelistas. En los estados puramente
patrimonalies, las relaciones clientelistas desplazan al derecho como
medio de gobierno. La ley y las instituciones dependen del capricho de
quienes ostentan el poder, y la norma no guía la conducta de los
individuos. Las personas dejan de ser iguales ante la ley: el trato
depende de la relación con los que ostentan el poder. El Estado de
derecho es un medio para lograr una falsa legitimidad, un instrumento de
manipulación, y a veces, de represión.
La Ilusión de Poder
Los
objetivos propios de cada actor son asimilables a lo que Pierre
Bourdieu define como interés específico, pero al mismo tiempo es
imprescindible un interés (ilusión) propio del campo clientelar; la
ilusión es la convicción de que actuar en ese campo tiene una
importancia primordial, que a su vez es indispensable para que el campo
funcione. Salvo excepcionalmente, la illusio no es producto de un
cálculo consciente, sino una relación de creencia que estructura las
formas de relación con las prácticas políticas, por eso se ha
acrecentado las unidades de poder (las Vice-presidencias).
El
modelo de rentismo petrolero conlleva una riqueza continua, por la
elevación del barril petrolero, que permitirá redistribuirla de manera
clientelar, solo se beneficiarán aquellos, que estén de acuerdo
explícitamente con el inquilino de Miraflores, teniendo de contrapeso a
las Fuerzas Armadas, la Burguesía, la Sociedad Civil, Clases
Profesionales, Burocracia y los Regionalismo de las Fuerzas Vivas
locales.
Chávez
con su modelo político algunos mermó su poder (la Burguesía), otros
ideologizó y compró (las Fuerzas Armadas), otros persiguió, para que
huyeran del país (Sociedad Civil), controló (Burocracia), humilló y
emigraron (Profesionales), y otros corrompió (Fuerzas Vivas locales) .
Lo que le permitió gobernar bajo presión, en sucesivas crisis, que nunca
se resolvieron sino se dilataban en el tiempo, utilizando los recursos
del Estado en su beneficio, con el apoyo de los marginales o de los
descamisados al sistema de élites, que no se encontraban enrolados en
los grupos mencionados anteriormente, que son el único sostén del
régimen, enrolándolos con las misiones.
Los
marginados o descamisados lo absorbió la
burocracia, pagándoselo miserables sueldos, a través de las misiones
y dotándolo de cierta asistencia (Misión Barrio Adentro), pero qué
pasaría si las boruzas del banquete chavista, dejarán de caer o
se redujeran a porciones microscópicas por la hiperinflación: aumentaría
el malestar (las largas colas), la gente empezaría a exasperarse y a
darse cuenta, que todas las elecciones, que las han ganado con trampa
(cosa cierta), ya que los marginales (que son el 30% de la población),
que son los que hacen bulto les quitaría el apoyo, cosa que está
sucediendo por la inseguridad y el desabastecimiento; y de repente
Maduro se encontrará sólo con sus 4 gatos, y una rata con pistola
(prestada por cierto) y moto propia. Qué son incapaces de enfrentarse a
la conjunción de los factores de poder, mejor organizados, y con mayor
capacidad de protesta (FAN y Clases Profesionales).
Los
Marginales son las personas que no trabajan ni tienen oficio
reconocido, son los que llamamos toreros, porque hacen de todo y los
inmigrantes, que le facilitan a los chavistas el resultado electoral, la
nacionalización para votar a favor del régimen, emprendida con asesoría
cubana, es una forma de tener un vínculo clientelar. La finalidad es
justificar los resultados electorales, a su favor a cualquier costo.
Lo
que facilitará que sectores dentro de las Fuerzas Armadas, Fuerzas
Vivas locales, Burguesía y Sociedad Civil, de darse un enfrentamiento
coordinado, lo volverán papilla. Al no tener Maduro la capacidad militar
de enfrentarlos o intimidarlos, en realidad está luchando en contra de
las manecillas del reloj, y cada minutos que pase, estará más débil; ya
que no tiene capacidad de reagruparse o redirigir su modelo político,
cayendo en el estancamiento. Esa es la razón de que empieza a ser cansón
en las cadenas, no es otra cosa.
No
han podido crear una burguesía propia (boliburguesía) ni un aparato
estatal, que supla a los "Amos del Valle", en su proceso productivo,
cuando estos con su operación morrocoy, crean el desabastecimiento
facilitan la crítica al régimen y arrastran consigo a la burguesía de
provincia e industrial, paralizando lentamente el país preparándolo para
una de revuelta, en la cual cada vez serán más fuerte, que con
ayuda de la Sociedad Patriótica y Junta Patriótica, que no son otros que
la burguesía que es perseguida por la claque chavista.
http://es.wikipedia.org/wiki/Clientelismo_pol%C3%ADtico. “Clientelismo Político”.
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