El Rescate del USS Squalus Por Molders
Molders
Miembro completo.
El submarino Squalus, de la armada
norteamericana, empezó a escribir una pagina de la historia naval en una mañana
gris y hosca del martes 23 de mayo de 1939, al zarpar de Portsmouth, en Nueva
Hampshire, para hacer un ensayo especial de inmersión. Se trataba de un
experimento importante, ya que los resultados determinarían en parte si el
Squalus estaba en condiciones de someterse a la prueba final necesaria para su
aceptación por la Flota. Esto, sin embargo, no in quietaba a su tripulación,
expertamente instruida. Ya había hecho 18 pruebas de sumersión sin un solo
contratiempo; así que esta no seria mas que un simple paseo.
A las 8:40 de la mañana, cuando el
radiotelegrafista hubo trasmitido al astillero naval de Porstmouth el aviso
reglamentario de que el Squalus iba a sumergirse, el comandante Oliver Naquin,
dio la orden de iniciar la sumersión. El oficial encargado de esta maniobra,
teniente de navío Willian Doyle, tomo el mando. «¡Avante a toda maquina!»
gritó. Y al obedecer instantáneamente sus hábiles subordinados, el Squalus
salto veloz como una marsopa.
Todo aparentemente marchaba bien pero
cuando el submarino llego a la
profundidad de 15 metros Doyle recibió una comunicado
urgente proveniente del cuarto de maquinas:
«¡Subir en seguida! ¡Las válvulas de
inducción están abiertas!».
Ante el peligro, Naquin y Doyle
reaccionaron al unísono: ¡Vaciar los tanques maestros!
¡Vaciar tanques de seguridad!.... Y al
entrar el aire comprimido en los tanques con un silbido continuado, el Squalus
fue enderezándose lentamente hacia la línea horizontal. Las palancas de mando
se movieron hacia la posición de Ascenso rápido y por un momento pareció que el
submarino respondía a estas ordenes; pero sin aviso empezó a caer de popa,
deslizándose bacía el fondo con un Ángulo de inclinación de 40 grados, mientras
todos los compartimientos se anegaban con los torrentes de agua que entraban
por el sistema de ventilación.
Obedeciendo las órdenes de Naquin,
todos los tripulantes acudieron inmediatamente a ocupar sus puestos de
emergencia, para aislar herméticamente cada sección del buque. Tres de los
hombres realizaron operaciones decisivas para la seguridad del submarino, con
lo que dieron aliento al resto de la dotación. El primero de ellos fue Willian
Isaacs, el cocinero. Cuando noto que el submarino se deslizaba hacia atrás,
salto de la cocina al cuarto de acumuladores de popa y por la escotilla de la
puerta vio que el cuarto de maquinas estaba medio llena de agua. Sin tiempo
para pensar quien podría estar allí, aseguro firmemente la puerta, evitando que
la mayor parte del agua penetrara en el cuarto de acumuladores, y después se
dirigió proa.
Lloyd Maness, ayudante de electricista
había estado registrando las marcas de los manómetros en el cuarto de
acumuladores de popa. Cuando el agua empezó a caer sobre el desde los
ventiladores, Maness corrió inmediatamente a la estación de emergencia que
tenia señalada, a cerrar la puerta la puerta entre el cuarto acumuladores de
popa y la cámara de maniobra. Estaba tirando de esta con todas sus fuerzas en
contra del movimiento de la nave cuan do vio
a cuatro compañeros que a duras penas, con el agua a la cintura, subían
por le piso inclinado hacia donde el se hallaba.
-¡De prisa, por dios!- les grito,
consciente de que si no llegaban a el en unos pocos segundos debería
encerrarlos dándoles con la puerta en las narices. Pero los cuatro hombres
llegaron a tiempo y Máness aprestó a
cerrar de nuevo a tirar de la pesada puerta, precisamente en el momento
que aparecia Isaacs chapoteando. Maness
sintió como si sus brazos fueran a desprenderle del cuerpo, pero se las arreglo
Para resistir hasta que hubo pasado Isaacs, y después logro cerrar la puerta y
asegurarla. ¡Por fin! ¡Había vencido! ¡y que dios acogiera las almas de todos
los que habían quedado encerrados a popa!
Mientras sucedía todo esto, el segundo
electricista Larry Gainor estaba en el cuarto de acumuladores de proa, del lado
de la cámara de maniobras opuesto a donde se encontraba Maness. Se ocupaba en
cerrar también la puerta de la cámara de maniobra, cuando una mirada a sus
voltímetros le dejo sobrecogido. La serie de acumuladores de proa estaba
descargando con una rapidez peligrosa. Eso quería decir que había un corto
circuito, y estos en un submarino eran pronto seguidos de incendio y
explosión.
Gainor se lanzo de cabeza al foso de
los acumuladores y arranco las conexiones eléctricas, sin saber si el instante
siguiente seria el último de su existencia. Cuando logro cumplir su objetivo
volvió a su estación de emergencia. Gracias a la sangre fría de Gainor, ya no
había peligro de explosión, pero el Squalus estaba sumido en una oscuridad
total al tocar fondo con el golpe de sus 1475 toneladas, la proa levantada en
un Ángulo de 10 grados y la popa empotrada en el fango. En la cámara de
maniobras, el comandante Naquin intento hacer señales al extremo de popa del
sumergible. No obtuvo contestación. Entonces, con un hondo suspiro, hablo al
resto de la tripulación:
-Estamos en el fondo del mar, a 40
brazas. Los compartimientos de popa están anegados al parecer, pero los de proa
están secos. Tenemos que esperar hasta que nos llegue socorro. No es mas que
cuestión de tiempo.
El Squalus estaba equipado con os
mejores instrumentos de seguridad y salvamento conocidos: un pulmón Momsen para
cada tripulante, una provisión de bombas de humo que ascendían a la superficie
para allí estallar en una nube de color, una boya telefónica hermética en el
puente que desde el interior podía hacerse llegar flotando hasta la superficie.
El barco tenia, además, un dispositivo especial para recibir una campana de
profundidad dentro de la cual podrían escapar los hombres una vez que bajaran hasta
el submarino. Naquin señalo a sus subordinados todas estas cosas, y además
subrayo el hecho de que el Squalus tenia bastante oxigeno y purificador de aire
para unas 72 horas.
Entre las 8:47 y las 8:50 se soltó la primera
bomba de humo, seguida de la boya telefónica. Entonces se pasó lista por
primera vez y se vio que estaban presentes 33 hombres. Los 26 restantes tenían
sus puestos a popa. Naquin dividió a los sobrevivientes en dos grupos para
hacer mas lento el enrarecimiento del oxigeno y les hizo prevenciones acerca
del consumo del oxigeno.
A las 9:40 de la mañana, no habiendo
recibido del Squalus aviso de haber vuelto
a la superficie, el contraalmirante Cyrus Cole, comandante del astillero
de Portsmouth, empezó a preocuparse y a adoptar medidas. Para las 10.55 ya
había ordenado que se hicieran esfuerzos por establecer comunicación por radio
con el sumergible, había advertido a New London que quizás llegara a
necesitarse el barco de socorro Falcon con su campana de salvamento, y avisado
al remolcador Penacook que encendiera calderas.
A las 11:55 se ordeno al submarino
Sculpin que navegaba rumbo a aguas cubanas para hacer practicas, que
permaneciera en el paraje donde se efectuaba la prueba hasta localizar a su
buque gemelo. Entretanto, el Squalus había hecho llegar a la superficie cinco
bombas de humo que pasaron inadvertidas.
A las 12:40 de la tarde, el Sculpin
vio la sexta bomba de humo y unos segundos mas tarde Cole recibió el
aviso:¡había naufragado un submarino! Inmediatamente informo al almirante
Willian Leahy, jefe de operaciones navales en Washington, y después ordeno la
salida del Falcon de New London y la del remolcador Waldank de Boston.
Mientras Cole estaba aun dando ordenes
a diestro y siniestro, la dotación del Squalus oyó el sonido de hélices que se
aproximaban y pocos minutos más tarde le llegaba por el teléfono de boya la voz
del comandante Warren Wilkin. Naquin le dio el mensaje que ya tenia
preparado:”Envíenos un buzo para cerrar desde el exterior las válvulas de
inducción. Que enganche mangueras de extracción a los compartimientos anegados
y que expulse el agua de ellos con aire comprimido”.
Si se lograba esto, el Squalus tal vez
podría ascender por cuenta propia a la superficie. Pero en eso precisamente
momento, un repentino golpe de mar arrastro al Sculpin y la línea telefónica se
rompió. Sin embargo, como el Sculpin tenía equipo de sondeo acústico, los del
Squalus empezaron a golpear en el casco, sabedores de que el buque de la superficie
señalaría con una boya su posición a la partida de socorro que debía ir ya
rumbo a aquel paraje. Efectivamente, los salvadores ya estaban en camino.
En esos momentos el contralmirante
Cole estaba ya a bordo del viejo Penacook, que iba renqueando desde Portsmouth,
y por otra parte el Falcon, con la campana de buzos amarrada sobre cubierta,
navegaba por la Ensenada de Long Island. Al mismo tiempo, también en Washinton
había movimiento: el almirante Leahy había enviado a buscar a los capitanes de
corbeta Charles Momsen, inventor del pulmón artificial Momsen y Allan McCann,
inventor de la fabulosa campana de salvamento. Ya se dirigían ambos hacia allá
en aviones diferentes, en unión de una docena de buzos expertos de la armada. A
media tarde, el contralmirante Cole trasbordo del Penacook al Sculpin y a las 7:30 un arpeo del Penacook se
engancho al Squalus. Ahora solo faltaba esperar la llegada del Falcon con la
campana.
En el interior del Squalus los marinos
se habían amontonado para conservar el calor de sus cuerpos. En su mayoría los
marinos estaba serenos, y algunos hasta se habían dormido. Sabían que lo mejor
de la armada acudía ya en su auxilio. Momsen llego al lugar del accidente pocos
minutos antes de las 10:00 pm y McCann llego al fin a las 4:25 de la madrugada
del día 24. a estas alturas, ya el Squalus llevaba sumergido cerca de 20 horas.
Pronto Habrian de comenzar los
trabajos de salvamento, pero antes había que inmovilizar al Falcon para mantenerlo exactamente encima
del sumergible en todo instante. A Las 10:14 el primer buzo, segundo
contramaestre Martín Sibitzky, de 30 años de edad y casi una docena de
servicios en la armada, salto por la borda, su misión consistía 4en localizar
la conexión de salvamento en loa proa del Squalus y asegurar a la misma un
cable por medio del cual pudiera descender la campana de buzos. Con una suerte
que se da una sola vez en un millón, Sibitzky fue a parar en su descenso a unos
dos metros del sitio que buscaba.
En 20 minutos ya estaba regresando a la superficie después
de haber sujetado el cable al aparejo el submarino. Entonces empezó a dirigir
el lanzamiento de la campana el capitán de fragata McCann. La campana de salvamento inicio su descenso
tripulada por Juan Mihalowski y Walt Hartman, dos expertos marineros se
sumergible. Eran las 11:30; 42 minutos mas tarde se hallaba justamente encima
del dispositivo de salvamento del Squalus. Entonces empezaba la parte mas
seria.
Mihalowski dio vuelta a la rueda de
rosca que cerraba herméticamente la escotilla de rescate del submarino y
levanto la tapa. Allí abajo, a la luz del compartimiento superior de la
campana, podía ver al puñado de hombres atrapados. Con una sonrisa de oreja a
oreja, Mihalowki entrego al mas próximo un jarro de café y saludo jovialmente:
“¡Hola, muchachos Aquí estamos!”
En su primer ascenso, con siete de los
sobrevivientes, la campana llego a la superficie a la 1:42 de la tarde, sin
novedad. A los 11 minutos emprendió nuevamente el descenso a las 4:11 estaba
otra vez arriba con nueve hombres mas. A las 6:27 subieron nueve hombres más. A
las 6:27 subieron, en el tercer viaje, otros nueve.
Alas 6:41 Juan Mihalowski descendió
una vez mas, en compañía de Jaime McDonald, que manejaba la campana. Tomaron a
bordo los últimos ocho sobrevivientes. El comandante del sumergible Naquin,
ultimo en entrar ala campana de
salvamento a las 7:51, había estado en el fondo del océano mas tiempo que
ningún otro hombre que jamás viviera para contarlo.
La campana ascendía normalmente pero a
los 45 metros de profundidad se inmovilizo:
Desde la campana MacDonald reporto al
Falcón por teléfono:
-El cable de descenso esta a atascado.
No podemos movernos.
McCann ordeno levantar la campana con el
cable guía pero al realizar esta maniobra estallaron unos hilos del cable. Se
detuvo al operación de ianzamiento por este medio y MacCann le dijo a MacDonald
que graduara la flotabilidad de la campana para ayudar a que el cable guía soportara el peso.
MacDonald trasmitió la orden a
Mihalowski, y este dando vuelta al aire comprimido desalojo agua de los tanques
de lastre. La campana lentamente ascendió hasta que se encontró en la
superficie y entonces los hombres del Falcon empezaron a tirar del cable averiado
con cuidado hasta que la campana se poso sobre cubierta. Con allegada de los,
últimos sobrevivientes quedo cerrado uno de los mas asombroso capítulos de los
anales del mar.
Sobrevivientes del Squalus
La vida aventurera del Squalus no
termino allí. A pesar de varios contratiempos, las brigadas de salvamento
lograron extraer el submarino después de haber permanecido este 113 días en el
fondo del mar. En mayo de 1940, el navio volvio al servicio bajo el nombre de
Sailfish, con cuatro de sus sobrevivientes entre la tripulación. Pero esa es
otra historia
Rescate de un submarino. Joseph
Harrington
http://www.rddesigns.com/subs/192.html
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