Por Kelder Toti.
Iósif Vissariónovich Stalin (nacido como Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, en ruso: Иосиф Виссарионович Джугашвили, en georgiano: იოსებ ბესარიონის ძე ჯუღაშვილი, Yoseb Bessarionis dze Jughashvili) pronunciación (?·i) (Gori, Gubernia de Tiflis, Imperio Ruso, 6 de diciembrejul./ 18 de diciembre de 1878 – Moscú, Unión Soviética, 5 de marzo de 1953), también conocido en español como José Stalin, fue Presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética desde el 6 de mayo de 1941 hasta el 5 de marzo de 1953. Estuvo entre los bolcheviques revolucionarios que impulsaron la Revolución de Octubre en Rusia en 1917 y más tarde ocupó la posición de Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética desde 1922 hasta que el cargo fue formalmente suprimido en 1952, poco antes de su muerte.
Mientras que el cargo de Secretario General era oficialmente electivo y no se lo consideraba como la máxima posición dentro del Estado soviético, Stalin logró utilizarlo para acaparar cada vez más poder en sus manos tras la muerte de Vladímir Lenin en 1924 y para sofocar gradualmente a todos los grupos opositores dentro del Partido Comunista. Esto incluyó a León Trotski, un teórico socialista y el principal crítico de Stalin entre los primeros líderes soviéticos, que fue desterrado de la Unión Soviética en 1929. En tanto que Trotski fue un exponente de la revolución mundial, fue el concepto de Stalin del socialismo en un solo país que se convirtió en el principal enfoque de la política soviética.
En 1928, Stalin reemplazó la Nueva Política Económica de la década de 1920 por una economía planificada muy centralizada y por planes quinquenales que iniciaron un período de rápida industrialización y de colectivización económica en el campo, que buscaba de manera encubierta controlar al campesinado ruso. Como resultado, la URSS pasó de ser una sociedad mayoritariamente agraria a una gran potencia industrial, siendo esta la base de su aparición como la segunda mayor economía del mundo después de la Segunda Guerra Mundial, quizás éste es uno de los mayores logros de Stalin, ya que si la Unión Soviética no se hubiera industrializado no hubiera vencido a los alemanes, y no habría podido exportar su medelo político.
Quizás el mayor error de los sucesores de Stalin fue no renovar el sistema, con nuevas técnicas administrativas que aumentarán la productividad y, que les permitiera mantener a la URRS como potencia mundial.
Como resultado de los rápidos cambios económicos, sociales y políticos de la época estalinista, millones de personas fueron enviados a campos de trabajo penales, y millones fueron deportadas y exiliadas a zonas remotas de la Unión Soviética. La agitación inicial en el sector agrícola interrumpió la producción de alimentos en la década de 1930 y contribuyó a la catastrófica hambruna soviética de 1932-1933. En 1937, una campaña contra supuestos enemigos de su gobierno culminó en la Gran Purga, un período de represión masiva en el que millones de personas fueron ejecutadas, incluso fueron condenados líderes de Ejército Rojo acusados de participar en complots para derrocar al gobierno soviético.
En agosto de 1939, tras el fracaso para establecer una Alianza Anglo-Franco-Soviética, la URSS de Stalin firmó un pacto de no agresión con la Alemania nazi que dividió sus esferas de influencia en Europa oriental. Este Pacto permitió que la Unión Soviética recuperara algunos de los antiguos territorios del Imperio ruso en Polonia, Finlandia, los países bálticos, Besarabia y Bucovina del Norte durante el período de la Segunda Guerra Mundial. Pero después de que Alemania violó el pacto al invadir la Unión Soviética en 1941, se abrió un Frente Oriental y la Unión Soviética se unió a los Aliados. A pesar de las grandes pérdidas humanas y territoriales en el período inicial de la guerra, la Unión Soviética logró detener el avance del Eje en las batallas de Moscú y Stalingrado. Finalmente, el Ejército Rojo avanzó a través de Europa en 1944-45 y Berlín fue capturada en mayo de 1945. Habiendo jugado el papel decisivo en la victoria aliada, la URSS surgió como una superpotencia reconocida después de la guerra.
Stalin encabezó las delegaciones soviéticas en las conferencias de Yalta y Potsdam, en las que se trazó el mapa de Europa de la posguerra. En los Estados satélites del Bloque del Este se instalaron gobiernos izquierdistas leales a la Unión Soviética, ya que la URSS había entrado en una lucha por el domínio global, conocida como la Guerra Fría, con los Estados Unidos y la OTAN. En Asia, estableció buenas relaciones con Mao Zedong en China y Kim Il-sung en Corea del Norte y de diversas maneras, la Unión Soviética de la era estalinista sirvió como modelo para la recién formada República Popular de China y República Popular Democrática de Corea.
Al mantenerse en el poder hasta su muerte en 1953, Stalin dirigió a la URSS durante el período de reconstrucción de la posguerra, marcada por el predominio de la arquitectura estalinista. El desarrollo exitoso del programa nuclear soviético permitió que el país se convirtiera en la segunda potencia mundial de armas nucleares y por derivación de este proyecto, se inició el programa espacial soviético. En sus últimos años, Stalin lanzó los denominados Grandes Proyectos de Construcción del Comunismo y el Gran Plan para la Transformación de la Naturaleza.
Luego de su muerte, Stalin y su régimen han sido condenados en numerosas ocasiones. La más significativa de estas se dio durante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1956, cuando su sucesor, Nikita Jrushchov, denunció su legado y condujo el proceso de desestalinización de la URSS. Las visiones modernas de Stalin en la Federación de Rusia siguen siendo mixtas, con algunos viéndolo como un tirano y con otros como un líder capaz. Fue nominado al Premio Nobel de la Paz de 1945 y 1948.
Seudónimos
El nombre Stalin («hecho de acero»; derivado del ruso stal, acero, con el mismo sufijo posesivo personal in que usó Lenin) lo empezó a usar a partir de 1912, y desde octubre de 1917 se convirtió en su sobrenombre. Familiarmente, y entre sus camaradas más cercanos, era conocido como "Soso", e incluso llegó a utilizar el pseudónimo "Soselo" para firmar sus poemas. También, se refería a sí mismo como "Koba", nombre de un héroe popular de Georgia. Otros nombres que utilizó fueron David, Morti, Nijeradze, Chízhikov, Ivanóvich. En español, algunos historiadores han modificado su nombre a José Stalin. Una de las tácticas de Stalin para sobrevivir a la persecución fue convertirse en agente encubierto de la Policía Secreta Zarista delatando a sus enemigos dentro del Partido Bolchevique entre 1910-1913.Biografía
Stalin era hijo de Vissarión Dzhugashvili (zapatero) y Yekaterina Gueladze, casados el 27 de mayo de 1872 en Gori, con 22 y 17 años, respectivamente. Desde el mismo momento de la boda, se generaron en la zona numerosas habladurías (por la envidia que suscitó Keke al casarse con el buen partido que era Besó) que buscaron resquebrajar la estabilidad del matrimonio y que, a la larga, fueron las responsables de determinadas dudas sobre el verdadero padre de Stalin. Al poco de casarse, Besó abandonó el taller donde trabajaba y abrió el suyo propio; Keke quedó embarazada y tuvieron su primer hijo el 14 de febrero de 1875. Sin embargo, el niño murió dos meses después, sumiendo al padre en una depresión que lo llevó a darse a la bebida. Casi dos años después, el 24 de diciembre de 1876 nació un segundo hijo; seis meses después, debido a la rubéola, moría también. Una vez más, Keke volvió a quedar embarazada y, así, finalmente, el 6 de diciembre de 1878 nació el tercer hijo, llamado Iósif, al que pronto se le aplicó el apodo de Sosó (o Soselo). Por el miedo a una nueva muerte prematura, fue bautizado inmediatamente el 17 de diciembre.
El pequeño Iósif se caracterizaba, físicamente, tanto por su fragilidad como por tener el segundo y tercer dedo del pie izquierdo unidos por una membrana; en lo personal, sentía atracción por las flores (afición que mantendría durante toda su vida) y la música. El taller del padre tuvo éxito. Sin embargo, una consecuencia del mismo resultaría, a la larga, una desgracia para la familia: varios clientes, sobre todos los obreros, empezaron a pagarle en vino, muy abundante en Georgia. Entre eso y sus amistades, Beso cayó definitivamente en la bebida, y el negocio fue poco a poco arruinándose. Hacia 1883, el padre de Stalin ya se había ganado el sobrenombre de "El loco", por su vida pendenciera. Pronto el negocio quebró, lo que lo obligó a trabajar en una fábrica de zapatos en Tiflis.
Fuerte bebedor y habitualmente lejos de la familia, Vissarión solía golpear a su esposa y a su pequeño hijo. Uno de los amigos de juventud de Stalin, Ioseb Iremashvili escribió en 1932, que "esas palizas inmerecidas y despiadadas hicieron al niño tan duro y falto de corazón como su padre". Percibía que las palizas que el padre de Stalin le daba hicieron crecer en él un gran odio a la autoridad. También decía que cualquier persona que tuviera poder sobre otros hacía recordar a Stalin la crueldad de su padre. Este mismo amigo también escribió que él nunca lo vio llorar.
Primeros años
En 1888, el padre de Stalin dejó su pueblo natal para trasladarse a Tiflis, dejando a la familia sin recursos. Los rumores dicen que el padre murió en una pelea de borrachos en un bar; sin embargo, otros dicen que fue visto en Georgia en 1931. A la edad de ocho años, el pequeño Iósif comenzó su educación en la escuela parroquial de Gori.
En la escuela, Iósif era uno más de un muy diverso grupo de estudiantes. Él y muchos de sus compañeros eran georgianos que hablaban fundamentalmente en georgiano. Sin embargo, en la escuela fueron obligados a aprender ruso. Cuando Iósif se expresaba en ruso, sus profesores del idioma se burlaban de él y de sus compañeros debido al fuerte acento georgiano que los niños no lograban erradicar. Sus compañeros eran en su mayoría los hijos de influyentes sacerdotes, funcionarios y comerciantes.
Durante su niñez, Iósif se maravillaba con las historias que leía respecto a los montañeses georgianos que luchaban valientemente por la independencia de Georgia. Su héroe favorito en estas historias era un explorador montañés legendario de nombre Koba, que fue el primer alias que utilizó Stalin como revolucionario.
Se graduó con el primer puesto de su clase y a la edad de 14 años fue premiado con una beca en el seminario de Tiflis, una institución de la Iglesia Ortodoxa (uno de sus compañeros fue Kritor Bedros Agagianián, el futuro cardenal armenio Grégoire-Pierre Agagianián) a la que asistió desde 1894. Aunque su madre deseaba que fuera sacerdote (incluso después de que Stalin se hubiera convertido en el líder de la Unión Soviética), Iósif asistió al seminario no por una vocación religiosa, sino debido a la falta de disponibilidad de una educación universitaria en la zona. Además del pequeño salario que le proporcionaba la beca, Stalin también recibía una remuneración por cantar en el coro.
Desde joven, Iósif demostró una personalidad rígida, fría, calculadora y renuente a demostrar sus emociones. Demostró a lo largo de su vida, carencia casi total de afectos y desapego emocional de quienes se consideraban en su círculo íntimo, aunque en su fuero externo pareciese confiable.
Juventud y actividad político.
La relación de Stalin con el movimiento revolucionario comenzó en el seminario. Durante estos años de escuela, Stalin se unió a la organización socialdemócrata de Georgia, en la que fue instruido por el profesor Noe Zhordania (quien después sería Jefe de Gobierno de la República Democrática de Georgia) en política marxista y comenzó a difundir el marxismo. Fue un responsable del sindicato de Georgia por 3 años y luego portavoz del nuevo partido marxista georgiano. Algunas fuentes afirman que Iósif abandonó el seminario en 1899 justo antes de sus exámenes finales; según otras biografías, fue expulsado.En agosto de 1900 entra en contacto con Víktor Kurnativski, uno de los iskristas que envía Lenin a Tiflis para impulsar la difusión del periódico que debía conducir a la reorganización del Partido y a la lucha contra las tendencias economicistas y conciliadoras. Kurnativski les enseñó a aquellos jóvenes georgianos cómo montar una imprenta clandestina y les propuso que lo hicieran en Bakú, un fuerte centro proletario, mejor que en Tiflis. En marzo de 1901, Kurnativski es detenido junto con otros militantes, pero Koba Dzhugashvili se libra de la redada, aunque su vivienda y su lugar de trabajo en el observatorio meteorológico fue registrada por la Ojrana, la sección especial de la policía zarista dedicada a la represión política. Tiene que pasar a la clandestinidad, de la que ya no saldrá hasta la Revolución de 1917.
Trabajó durante diez años con los movimientos políticos clandestinos en el Cáucaso, sufriendo repetidos arrestos y exilio a Siberia, entre 1902 y 1917.
Stalin se adhirió a la doctrina de Lenin de un partido centralista fuerte, de revolucionarios profesionales. En el período posterior a la revolución de 1905 Stalin lideró los «escuadrones de lucha» en robos de bancos para reunir fondos para el partido bolchevique. Stalin asistió al V Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia en Londres en 1907. Este congreso consolidó la supremacía del sector bolchevique de Lenin y se debatió la estrategia para la revolución comunista en Rusia. Stalin nunca se refirió posteriormente a su estancia en Londres.
En 1913, mientras estuvo exiliado en Viena, Stalin escribió El marxismo y la cuestión nacional, tratado en el que presenta una posición marxista ortodoxa (cfr. este trabajo con el de Lenin llamado Sobre el derecho de los pueblos a la autodeterminación) y que pudo haber contribuido a su nombramiento como Comisario del Pueblo para Asuntos Nacionales luego de la revolución.
Ascenso al poder.
En 1912, Lenin tuvo la intención de proponer la elección de Stalin al Comité Central bolchevique en la Conferencia del Partido en Praga, pero desistió al encontrarse con la resistencia del partido. Sin embargo, inmediatamente después, Stalin fue sumado al Comité Central por «cooptación» (potestad prevista por los estatutos, que reservaba para el Comité Central el derecho a sumar integrantes que no hubieran sido electos por el Congreso del Partido).En abril de 1917, Stalin fue por primera vez electo por la base del partido para formar parte del Comité Central, obteniendo la tercera más alta mayoría de votos en la Conferencia de Petrogrado (detrás de Lenin y Zinóviev). Posteriormente fue nombrado secretario del Politburó del Comité Central (mayo de 1917); se mantuvo en este cargo por el resto de su vida. Al finalizar julio presentó el informe central al VI Congreso del partido, en el cual se optó por la insurrección contra el gobierno provisional. De acuerdo a diversas fuentes, Stalin solamente desempeñó un papel menor en la Revolución de Octubre. Algunos autores, como Adam Ulam, remarcan que cada hombre en el Comité Central tenía una labor específica que le había sido asignada.
Todo el trabajo práctico relacionado con la organización de la revuelta fue hecho bajo el mando directo del camarada Trotski, el presidente del soviet de Petrogrado. Se puede decir con certeza que el partido tiene una deuda de primera magnitud con el camarada Trotski por la rápida concienciación de la guarnición hacia el bando de los soviet y por la manera tan eficiente en la cual fue organizado el trabajo del Comité Militar Revolucionario.Posteriormente, en 1924, el mismo Stalin creó un mito referente a la así llamada «Central del Partido», de la cual supuestamente dirigía todo el trabajo práctico referente a la revuelta y que consistía en un grupo integrado por él mismo, Sverdlov, Dzerzhinski, Uritski y Búbnov. Ninguna evidencia se ha encontrado, sin embargo, respecto a las actividades de esta Central, que en cualquier caso, de haber existido, habría estado subordinada al Consejo Militar Revolucionario comandado por Trotski. Durante la Guerra Civil Rusa y la guerra polaco-soviética, Stalin fue comisario político en el Ejército Rojo en diversos frentes. El primer cargo de gobierno de Stalin fue el de Comisario del Pueblo de Asuntos Nacionales (1917–1923).
Tuvo también el cargo de Comisario del Pueblo para la Inspección de los Trabajadores y Campesinos (1919–1922), de miembro del Soviet Militar Revolucionario de la República (1920-1923) y miembro del Comité Central Ejecutivo del Congreso de los Sóviets a partir de 1917.
Poder total para Stalin
El 3 de abril de 1922, Stalin fue nombrado Secretario General del Comité Central del Partido Comunista Panruso, un cargo que él posteriormente transformó en el más poderoso del país. En aquella época, esta posición se veía como un cargo menor dentro de la estructura partidaria (ocasionalmente en el partido se referían a Stalin como el «camarada archivista»), sin embargo este cargo asociado con el liderazgo que tenía sobre la Oficina Organizativa del Comité Central del Partido (Orgburó), dio a Stalin una base de poder suficientemente fuerte como para permitirle instalar a sus aliados en los puestos claves del partido.La acumulación de poder por parte de Stalin tomó al moribundo Lenin por sorpresa, quien, en sus últimos escritos, hizo llamamientos para que el XII Congreso del Partido Bolchevique apartara al «brusco» Stalin.
"Stalin es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros, los comunistas, se hace intolerable en el cargo de Secretario General. Por eso propongo a los camaradas que piensen la forma de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro hombre que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos sólo por una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más atento con los camaradas, menos caprichoso, etc. Esta circunstancia puede parecer una fútil pequeñez. Pero yo creo que, desde el punto de vista de prevenir la escisión y desde el punto de vista de lo que he escrito antes acerca de las relaciones entre Stalin y Trotsky, no es una pequeñez, o se trata de una pequeñez que puede adquirir importancia decisiva".Sin embargo, estos intentos no prosperaron debido a que los documentos preparados por Lenin fueron ocultados por Stalin y sus eventuales aliados, a sabiendas de que Lenin se encontraba en esos momentos enfermo e imposibilitado de participar en el Congreso.
Después de la muerte de Lenin en enero de 1924, Stalin, Kámenev y Zinóviev tomaron el control del partido situándose en un punto que ideológicamente estaba entre Trotski (a la izquierda del partido) y Bujarin (a la derecha). Durante este período, Stalin abandonó el tradicional énfasis bolchevique respecto a la revolución internacional en favor de una política de construir el «socialismo en un solo país», en contraste a la teoría de Trotski de la revolución permanente.
En la lucha por el liderazgo una cosa era evidente: quien terminara comandando el partido tenía que ser considerado muy leal a Lenin. Por eso, la actitud de cada uno ante su muerte fue determinante en los posicionamientos dentro del Partido: Stalin organizó su funeral y pronunció un discurso manifestando una lealtad imperecedera con Lenin, a la vez que impidió mediante engaños que Trotski asistiera. Stalin también acusó a Trotski de haberse unido a los bolcheviques justo antes de la revolución, e hizo públicos los desacuerdos que éste había tenido con Lenin en la etapa previa a la revolución. Las imágenes soviéticas correspondientes a este período fueron posteriormente trucadas, eliminando con fotomontajes y técnicas similares a los opositores a Stalin (principalmente Trotski).
La base fundamental del ascenso al poder de Stalin fue el control del aparato administrativo del estado, en un país en el cual la escasez era la regla, tras la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil. A su vez, la política de Stalin de pregonar el llamado «socialismo en un solo país» era visto como un antídoto optimista con respecto a la guerra, en contraste a la posición de la «revolución permanente» de Trotski. El método de Stalin era la designación de Secretarios que le respondieran personal e incondicionalmente, y la manipulación de sus oponentes logrando poner a unos contra los otros, usando el método de dividir para gobernar.
Inicialmente, Stalin formó una troika junto a Zinóviev y Kámenev contra Trotski. Una vez que Trotski había sido eliminado de la pugna por el poder político, Stalin se unió con Bujarin y Rýkov contra Zinóviev y Kámenev, recordando a todos el voto de estos últimos contra la insurrección en 1917. Zinóviev y Kámenev entonces, se unieron con la viuda de Lenin, Nadezhda Krúpskaya, formando la "oposición unida" en julio de 1926.
En 1929, durante el XV Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), Trotski y Zinóviev fueron expulsados del partido y Kámenev perdió su puesto en el Comité Central. Stalin pronto se volvió contra la oposición derechista representada por sus aliados del momento, Bujarin y Rýkov. Uno de los argumentos predilectos de Stalin para atacar a otros miembros del Partido, fue la lucha contra la existencia de facciones, que habían sido prohibidas temporalmente en el Partido Bolchevique durante la Guerra Civil, pero que formaban parte de la historia del bolchevismo.
De la deportación de los kuláks a los planes quinquenales.
Habiendo también derrotado a la "oposición de derecha" de Bujarin, Stalin comenzó los planes de colectivización e industrialización. En este camino es de destacar la deskulakización, que trajo como consecuencia la expropiación masiva de las tierras explotadas por medianos propietarios agrícolas (kuláks), lo cual causó una reducción de la producción de cereales, lo que unido a unas malas condiciones ambientales dio lugar a una gran hambruna en Ucrania que supuso la muerte de varios millones de ucranianos ; según el gobierno soviético, «fue una medida necesaria para acabar con la retención y sabotaje de productos que ilegalmente practicaban los kuláks». Los muertos por la hambruna ascendieron a un número difícil de determinar.El «Asunto Kírov»
Serguéi Kírov había conocido a Stalin en mayo de 1918. Durante la guerra civil se enfrentó a Trotski, lo que hizo que se alineara con Stalin, Ordzonikidze y Voroshílov. Desde 1926 estuvo trabajando en Leningrado, pero tras ser elegido para el Comité Central en el XVI Congreso, Stalin le propuso volver a Moscú. Sin embargo, Kírov pidió permanecer en Leningrado, y se le permitió quedarse hasta el final del segundo plan quinquenal. No están claras las razones por las que declinó este ascenso.En el Congreso del PCUS de 1934, al elegirse el nuevo Comité Central, Kírov recibió tres votos negativos, resultando ser el candidato menos rechazado, en contraste con el propio Stalin que recibió 292 votos negativos, siendo el menos popular. Dumaskin afirma que Kírov se opuso a Stalin en el Politburó en 1934, lo que produjo «una perceptible tirantez entre Stalin y Kírov». Distintos autores han dado cuenta de la existencia de una conspiración en la cúspide del PCUS cuyo fin habría sido reemplazar a Stalin con Kírov.
El 1 de diciembre de 1934, Kírov fue asesinado por Leonid Nikoláev en Leningrado. La dirigencia del Estado soviético declaró que Nikoláev había sido apoyado por Trotski desde el exilio. Esto dio comienzo a una purga generalizada, con cientos de ejecuciones, encarcelamientos y reclusiones en campos de concentración, acusando al bloque trotskista-zinovievista de estar organizando una extensa conspiración con el objetivo de tomar el poder en la URSS. Como parte de este proceso, Kámenev y Zinóviev fueron sometidos a juicio público y, tras confesar supuestos crímenes (confesión que según algunos habría sido producto de torturas), fueron ejecutados en 1936. Con mecanismos similares, en menos de dos años terminaría siendo ejecutada la mayoría de los miembros del Comité Central bolchevique que había dirigido la Revolución de Octubre, mientras Trotski sería asesinado en la ciudad de México en agosto de 1940 por Ramón Mercader, un agente estalinista. La hipótesis acerca del vínculo de Stalin con este asesinato estuvo ampliamente difundida, siendo confirmada por Nikita Jrushchov en sus memorias. Sin embargo, no existen pruebas concluyentes al respecto.
El caso Skoblin
En 1937, Wilhelm Canaris, jefe de la inteligencia militar alemana, captura información proveniente de un general ruso disidente, llamado Nikolái Skoblin, en la que se asegura que existe una intriga combinada de oficiales rusos y alemanes decididos a derrocar a Stalin. Reinhard Heydrich supo de esta información (ya que tenía agentes infiltrados en la Abwehr), y valiéndose de una operación encubierta de inteligencia, roba esta documentación de las oficinas de la Abwehr, incendiándola después para no dejar rastros.La documentación fue manejada hábilmente por Hitler con la ayuda de Heydrich y ocasionaron la purga en el Ejército Rojo, con la eliminación de más de 3.000 oficiales, entre ellos Mijaíl Tujachevski, máximo exponente de la guerra mecanizada en la Unión Soviética lo que debilitó al Ejército Rojo, la información fue suministrada por Heydrich a los checos, y estos se la entregaron a la NKVD, pudiendo Stalin tener pruebas para liquidar la Staka.. Esta operación de inteligencia de la Gestapo facilitó la Operación Barbarroja (1941).
Servicios secretos y de inteligencia
Stalin también incrementó ampliamente las actividades de inteligencia extranjera de la NKVD. Bajo sus instrucciones, la inteligencia soviética comenzó a crear redes de información en la mayoría de los países del mundo, incluyendo Alemania, Gran Bretaña, Francia, Japón y los Estados Unidos. Stalin hizo un gran uso de la Internacional Comunista con el fin de infiltrar agentes, lo que justificaría que Edgar Hoover (Jefe del FBI) creara una red de informantes del FBI y un Estado Policiaco, en beneficio del Ejecutivo.Stalin y los cambios en la sociedad soviética (1927-1939)
Industrialización.
La Primera Guerra Mundial, la Guerra civil rusa, la intervención por parte de 14 potencias extranjeras luego de la toma del poder por los bolcheviques y la misma revolución, tuvieron un efecto devastador en la economía del país.El objetivo de la industrialización era tanto reacondicionar las viejas fábricas y empresas industriales, de tecnología atrasada y en estado de práctico abandono, como construir una poderosa industria pesada. La industrialización era considerada fundamental en la construcción del socialismo, ya que garantizaría la alianza obrera-campesina como base de la dictadura del proletariado, la defensa de la URSS y elevaría notablemente el nivel de vida de la población.
Sin capitales iniciales, escaso comercio internacional y virtualmente sin infraestructura moderna, el gobierno de Stalin financió la industrialización a partir de la ganancia obtenida por las fábricas y empresas del Estado, por el comercio, los bancos y el transporte. En 1926-1927, se invirtieron en la industria cerca de mil millones de rublos; tres años después, se pudieron invertir ya en ella unos 5.000 millones.
También mejoró notoriamente la escala y la eficiencia con la cual se fabricaban los productos existentes. En la industria del hierro y del acero, hacia fines de la década de 1930, el tamaño promedio de los nuevos hornos de fundición era un 40% mayor con respecto a aquellos de solo 10 años antes. Muchas innovaciones estaban basadas exclusivamente en desarrollos técnicos locales. En la industria aeronáutica, por ejemplo, los ingenieros soviéticos produjeron aviones que eran comparables a diseños extranjeros; en la industria militar, por su parte, se desarrollaron tanques que no tenían equivalentes en el mundo occidental. La Unión Soviética fue también el primer país en producir goma sintética de polibutadieno.
Colectivización de la agricultura.
El gobierno de Stalin promovió la colectivización de la agricultura con el fin de aumentar la producción agrícola a partir de granjas mecanizadas en gran escala, lo que permitía mantener a los campesinos bajo un control político más directo y para que la recaudación de impuestos fuera más eficiente, pero lo que buscaba la colectivización era crear un Estado Clientelar que le permitiera controlar a los campesinos, pudiendo evitar una revuelta campesina que diera al traste con el régimen político.La colectivización significó cambios sociales drásticos en una escala nunca vista desde la abolición de la servidumbre en 1861. La colectivización forzada de la agricultura comenzó a inicios de los años 1930, formándose la asociación obligatoria de todas las granjas en los llamados koljós (o granja colectiva), una estructura fuertemente centralizada.
La supresión de los derechos de propiedad sobre la tierra fue una consecuencia de la forma como se decidió resolver el antiguo conflicto de la lucha de clases. Además, de acuerdo a la visión económica de la época, los koljós debían trabajar con mayor eficiencia debido a la aplicación de tecnología y a la división del trabajo. En los primeros años de la colectivización se estimaba que la producción agrícola e industrial debería aumentar un 200% y un 50% respectivamente; sin embargo la producción agrícola disminuyó.
La política de industrialización de la agricultura seguida por Stalin requirió grandes cantidades de equipamiento y maquinaria, que se consiguió al exportar trigo y otros bienes agrícolas al extranjero, disminuyó la producción y Rusia se convertiría en un importador de trigo pero logró el control de las masas campesina consolidando el sistema comunista, que era su objetivo prioritario. Los koljós fueron obligados mediante planes específicos a entregar al Estado su producción agrícola. Estas medidas trajeron como consecuencia una drástica caída en la calidad de vida de los campesinos y la producción agrícola.
Consolidación internacional e interna
Para evitar el aislamiento del régimen soviético, decidió la entrada de la URSS en la Sociedad de Naciones (1934), y la aproximación a Gran Bretaña y Francia. En política interior trató de eliminar cualquier tipo de oposición: entre 1936 y 1938 organizó procesos (procesos de Moscú) y deportaciones contra los principales mandos militares y contra toda oposición en el seno del Partido y del Estado. Basándose en los datos suministrados tras la perestroika, documentados por el Gulag, fueron detenidas más de 1.300.000 personas por motivos políticos. De ellas casi 700.000 fueron fusiladas.Durante su gobierno inició un controvertido programa para rusificar a los diferentes estados de la URSS, enviando rusos a las distintas repúblicas soviéticas para que se casaran con los locales y así aumentar el porcentaje de rusos en la región como forma de combatir el nacionalismo de las diferentes etnias.
Por otra parte, ya durante el primer período stalinista, antes incluso de la década de 1930, amplios sectores de la sociedad soviética aceptaron con optimismo los grandes avances de la Revolución. Rusia era el único país del mundo donde a las mujeres se les pagaba lo mismo que a los hombres por un trabajo similar. También en este primer período, existían grandes facilidades para obtener un divorcio o abortar.
La Gran Purga del Ejército Rojo terminó en 1939 En octubre de 1940 el NKVD (Comisariado del Pueblo de Asuntos Internos), bajo su nuevo jefe Lavrenti Beria , comenzó una nueva purga que inicialmente golpeó el Comisariado del Pueblo de Municiones, Comisariado del Pueblo de la Industria de Aviación, y el Comisariado del Pueblo de Armamento. Funcionarios de alto nivel admitieron culpabilidad, por lo general bajo tortura, a continuación, testificaron en contra de otros. Las víctimas fueron detenidas por cargos falsos de la actividad anti-soviética, el sabotaje y el espionaje. La ola de arrestos en las empresas del sector militar continuó hasta bien entrado 1941.
En abril-mayo de 1941, un Politburó investigación sobre la alta tasa de accidentes en la Fuerza Aérea llevó a la destitución de varios comandantes, entre ellos el jefe de la Fuerza Aérea, teniente general Pavel Rychagov . En mayo, un alemán Junkers Ju 52 aterrizó en Moscú, sin ser detectados por el ADF de antemano, dando lugar a detenciones masivas entre el liderazgo de la Fuerza Aérea. La NKVD pronto centró la atención en ellos y comenzó a investigar una conspiración antisoviética presunta de espías alemanes en el ejército, en torno a la Fuerza Aérea y vinculado a las conspiraciones de 1937 a 1938 . Los sospechosos fueron trasladados a principios de junio de la custodia de la Contrainteligencia Militar de la NKVD. Nuevas detenciones continuaron hasta bien después del ataque alemán a la Unión Soviética, que comenzó el 22 de junio 1941.
Arrestos
30 de mayo: Comisario del Pueblo de Municiones Ivan Sergeyev y el General Ernst Schacht
31 mayo: teniente general Pyotr Pumpur
7 de junio: Comisario del Pueblo de Armamentos Boris Vannikov y el coronel general Grigory Shtern
8 de junio: el teniente general Yakov Smushkevich
18 junio: Teniente General Pavel Alekseyev
19 junio: el coronel general Alexander Loktionov
24 junio: general Kirill Meretskov y el teniente general Pavel Rychagov
27 junio: el teniente general Ivan Proskurov
Durante los primeros meses de la guerra, decenas de comandantes, más notablemente general Dmitry Pavlov , se hicieron los chivos expiatorios de los fracasos. Pavlov fue arrestado y ejecutado después de que sus fuerzas fueron derrotadas en gran medida en los primeros días de la campaña. Sólo dos de los acusados se salvaron: Comisario de Armamentos Popular Boris Vannikov (lanzado en julio) y Comisario del Pueblo Adjunto de Defensa, general Kirill Meretskov (publicado en septiembre). Este último había confesado su culpabilidad bajo tortura.
Alrededor de 300 comandantes, entre ellos el teniente general Nikolay Klich, el teniente general Robert Klyavinsh, y el general de división Sergey Chernykh, fueron ejecutados el 16 de octubre de 1941, durante la Batalla de Moscú . Otros fueron enviados a Kuybyshev , capital provisional de la Unión Soviética, el 17 de octubre El 28 de octubre de veinte fueron fusilados cerca Kuybyshev por orden personal de Beria, incluyendo el coronel Generales Alexander Loktionov y Grigori Shtern , tenientes generales Fyodor Arzhenukhin, Ivan Proskurov , Yakov Smushkevich , y Pavel Rychagov con su esposa.
En noviembre de Beria Stalin presionó con éxito para simplificar el procedimiento para llevar a cabo las condenas a muerte dictadas por tribunales militares locales a fin de que ya no requeriría la aprobación del Colegio Militar de la Corte Suprema y del Politburó por primera vez desde el final de la Gran Purga. El derecho a emitir sentencias de muerte extrajudiciales se concedió al Consejo Especial de la NKVD . Con la aprobación de Stalin, 46 personas, entre ellos 17 generales, entre ellos tenientes generales Pyotr Pumpur, Pavel Alekseyev, Konstantin Gusev, Yevgeny Ptukhin, Nikolai Trubetskoy, Pyotr Klyonov, Ivan Selivanov, el General de Ernst Schacht , y Comisario del Pueblo de Municiones Ivan Sergeyev , fueron condenados a muerte por el Consejo Especial. Fueron ejecutados en el Día del Ejército Rojo , 23 de Febrero de 1942.
El 4 de febrero de 1942, Beria y su aliado Georgy Malenkov , ambos miembros del Comité de Defensa del Estado , fueron asignados para supervisar la producción de aviones, armamento y municiones. Muchas de las víctimas fueron exonerados póstumo durante la desestalinización en los años 1950 y 1960. En diciembre de 1953 una sesión secreta especial de la Corte Suprema de Justicia de la Unión Soviética , en sí mismo, sin el debido proceso , que se encuentra Beria culpable de terrorismo por las ejecuciones extrajudiciales de octubre 1941 y otros delitos, y lo condenó a muerte.
Segunda Guerra Mundial (1939-1945)
El 23 de agosto de 1939, la Unión Soviética y la Alemania nazi firmaron en Moscú un pacto de no agresión,
en el que además, en un protocolo adicional secreto, se dividía a
Europa oriental y central en esferas de influencia soviética y alemana,
estableciendo también directrices para la partición de Polonia entre ambos Estados. También en ese protocolo se concedió a Stalin carta blanca para intervenir en Finlandia y en los países bálticos.
Una vez iniciada la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, y considerando Hitler que la caída de Inglaterra era inminente, ordenó atacar a la Unión Soviética, haciendo del pacto letra muerta. El 18 de diciembre de 1940, el mando alemán decidió que la invasión a la URSS (operación Barbarroja) se realizaría en abril de 1941, pero solo se pudo concretar el 22 de junio de ese año, cuando se inició el ataque a territorio soviético con más de 3.000.000 de soldados alemanes. La invasión tomó por completa sorpresa a Stalin a pesar de que tenía suficientes antecedentes a través de su espía Richard Sorge y La Red: Orquesta Roja de que esta era inminente.
Stalin se encerró en el Kremlin en una aparente depresión y falta de liderazgo y solo reaccionó 10 días más tarde, para retomar el control con mano firme. Stalin, desesperado por la invasión germánica, decidió suspender la campaña ateizante y permitir el resurgimiento de la Iglesia Ortodoxa Rusa, para que el pueblo soviético creyente se uniera a la lucha, "olvidando" por un tiempo el obligado ateísmo del PCUS. Increíblemente y en forma insospechada para los alemanes, el pueblo ruso se unió en pos de su figura.
Si bien en un comienzo Stalin se mostró dubitativo e irresoluto por el súbito y contundente ataque de los alemanes, pronto empezó a tomar el control de la situación y se autonombró Supremo Comandante en Jefe del Ejército Rojo pero aceptó los consejos de la Staka. A diferencia de Hitler, Stalin dio cierta autonomía a sus generales en la toma de decisiones e hizo traer desde la frontera a algunos de sus mejores generales, como Zhúkov y Vatutin, permitiendo además el envío desde los frentes orientales de miles de tropas siberianas entrenadas ya en el combate con los japoneses.
Se mantuvo en Moscú en el invierno de 1941, cuando los alemanes amenazaban la ciudad (42 km), y organizó allí un contraataque soviético. Al año siguiente, 1942, tuvo éxito al mantener la estratégica ciudad de Stalingrado, última defensa de la zona petrolera del Cáucaso, pese a la enorme cantidad de bajas entre sus hombres (Stalin, a través de sus comisarios políticos, ordenó disparar contra sus propios soldados si estos se retiraban de un combate al considerarlos desertores) y posteriormente (1943) también derrotó al ejército alemán en la batalla de Kursk con lo que todo el curso de las acciones militares tuvo un cambio, siendo ahora los soviéticos los que obligaban a retirarse a los alemanes. Así, en mayo de 1945, las fuerzas de Stalin fueron las primeras en entrar a Berlín, forzando el suicidio de Hitler y la capitulación alemana.
Como Jefe de Estado, Stalin participó en varios encuentros con los líderes aliados, como el llamado de "los tres grandes", con Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt en Yalta y en Potsdam (ambas en 1945), en las que logró el reconocimiento internacional de una esfera de influencia soviética en la Europa del Este y mostrándose como un formidable negociador según el propio secretario del exterior británico, Sir Anthony Eden. Asimismo, el 4 de septiembre de 1943, se reunió con 3 metropolitas de la Iglesia para restablecer el Santo Sínodo y convocar al Concilio Episcopal para elegir como Patriarca de Moscú a uno de los tres anteriores (Serguéi) 5 días después, por primera vez en 17 años.
Un hecho de este período que refleja su «culto a la personalidad» es que se autoconcedió el honor de Héroe de la Unión Soviética, a pesar que este solo lo recibían los soldados en combate. Se sentía amenazado por la popularidad de Zhúkov, al que acusó de usar ese triunfo a su favor y lo terminó degradando.
Posguerra (1945-1953)
Al finalizar la Segunda Guerra Mundia, Stalin fue visto como el gran líder que había conducido al pueblo soviético a la victoria en su lucha contra la Alemania Nazi. A finales de la década de los años 40, el patriotismo ruso fue en ascenso debido a los éxitos propagandísticos. Por ejemplo, algunas invenciones y descubrimientos científicos fueron reclamados por la propaganda rusa. Ejemplos de ello son la máquina de vapor, reclamada por el padre y el hijo de la familia Cherepánov; la lámpara incandescente, por Yáblochkov y Lodyguin; la radio, por Popov; y el avión, por Mozhaiski. Continuaron sus políticas represivas (incluso en los territorios recién anexionados), pero nunca llegaron a los extremos de la década de 1930. Internacionalmente, Stalin vio la consolidación del poder como un paso necesario para proteger a la Unión Soviética, rodeándolo de gobiernos amistosos, como un cordón sanitario contra posibles invasiones. Mientras que "Occidente" buscó un modelo similar de protección contra la expansión comunista. Estas políticas condujeron a una estabilidad, donde el éxito de la influencia soviética dependería de la cooperación entusiasta de las naciones satélite.Stalin había tenido la esperanza de que la retirada y la desmovilización de EE.UU. darían lugar a un aumento de la influencia comunista, especialmente en Europa. Cada una de las partes veía las acciones defensivas de la otra como provocaciones desestabilizadoras y estos dilemas de seguridad desgastaron las relaciones entre la Unión Soviética y sus ex-aliados occidentales de la Segunda Guerra Mundial y dio lugar a un prolongado período de tensión y la desconfianza entre el Este y Occidente conocido como la Guerra Fría.
El Ejército Rojo terminó de manera exitosa la Segunda Guerra Mundial ocupando gran parte del territorio que había sido ocupado anteriormente por los países del Eje. En Asia, el Ejército Rojo invadió Manchuria en el último mes de la guerra y también tomó el control de Corea cerca de Paralelo 38. En China, Mao Zedong del Partido Comunista de China, receptivo a recibir el apoyo soviético, derrotó al prooccidental y proamericano Partido Nacionalista Chino, en la Guerra Civil China.
Los comunistas controlaron la mayor parte de China, mientras que los nacionalistas se refugiaron en un pequeño estado en la isla de Formosa (actualmente Taiwán). La Unión Soviética reconoció pronto las "hazañas" de Mao poco después de la fundación de la República Popular de China, que es considerada como un nuevo aliado. La República Popular reivindicó Taiwán, a pesar de que nunca ha celebrado su autoridad en la isla.
La relaciones diplomáticas con China alcanzaron un punto culminante con la firma del Tratado chino-soviético de Amistad y Alianza en 1950. Ambos países proporcionaron apoyo militar a un nuevo estado en Corea del Norte. En 1950, después de varios conflictos fronterizos, estalló la guerra entre el nuevo estado y EE. UU. y sus aliados de Corea del Sur, comenzando la Guerra de Corea.
En Europa existían zonas de ocupación soviética, tanto en Alemania como en Austria. Hungría y Polonia estaban prácticamente ocupadas militarmente. Desde 1946 a 1948 fueron elegidos en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria gobiernos de coalición integrados por comunistas, así también los movimientos comunistas accedieron al poder en Yugoslavia y Albania.
Estas naciones se conocieron como el Bloque del Este o Bloque Comunista. Gran Bretaña y los Estados Unidos apoyaron la lucha contra los comunistas en la Guerra Civil Griega y los soviéticos sospechosos de apoyar a los comunistas griegos, aunque Stalin se abstuvo de involucrarse en Grecia, despidiendo a la circulación prematuramente. Albania siguió siendo un aliado de la Unión Soviética, pero Yugoslavia rompió con la URSS en 1948. Ambas superpotencias vieron a Alemania como país clave. En represalia a la formación de la Trizona occidental, Stalin decidió tomar medidas.
Gracias a la información del agente británico Donald Maclean Duart y otros agentes de espionaje británicos y norteamericanos, Stalin era perfectamente conocedor de que los Estados Unidos no había procedido a la producción masiva de armas atómicas, de hecho, ni siquiera habían producido ninguna desde Nagasaki. Un gran número habría sido necesario para destruir a las fuerzas comunistas, ya fuera en Europa o el Lejano Oriente. Por lo tanto, ordenó un bloqueo en Berlín, que estaba bajo el dominio británico, francés, EEUU y la ocupación, a prueba de las potencias occidentales.
El Bloqueo de Berlín fracasó debido a la masiva campaña de reabastecimiento aéreo, denominado Luftbrücke, llevado a cabo por las potencias occidentales. En 1949, Stalin reconoció la derrota y puso fin al bloqueo. Después de la formación de Alemania Occidental por la unión de las tres zonas occidentales de ocupación, los soviéticos declararon en 1949, Alemania Oriental país independiente, bajo un gobierno comunista.
Stalin originalmente apoyó la creación de Israel en 1948. La Unión Soviética fue uno de los primeros países en reconocer el nuevo país. Golda Meir llegó a Moscú como primer embajador de Israel en la Unión Soviética ese mismo año. Más tarde cambió de opinión oponiéndose a Israel.
Al contrario que la política de Estados Unidos de armamento restringido (limitado equipo fue proporcionado por la infantería y las fuerzas de policía) a Corea del Sur, Stalin también ampliamente armados por Kim Il Sung en Corea del Norte, el ejército y las fuerzas aéreas con equipamiento militar (incluido los Tanques T-34/85) y "asesores" muy por encima de lo que se requería para fines defensivos), con el fin de facilitar a Kim (ex oficial de la Unión Soviética) una conquista del resto de la península coreana. Pilotos soviéticos volaron en aviones soviéticos desde bases chinas contra aeronaves de las Naciones Unidas en defensa de Corea del Norte. Investigaciones en la Unión Soviética, posteriores a la Guerra Fría han revelado que la guerra de Corea fue iniciada por Kim Il Sung con la autorización expresa de Stalin.
En los últimos años de vida de Stalin, una de sus últimas grandes iniciativas de política exterior fue la Nota de Stalin de 1952 para la reunificación alemana y la no intervención de las superpotencias en Europa central, pero Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos sospecharon de la propuesta y rechazaron la oferta.
Últimos meses y muerte
A partir de 1950 la salud de Stalin, que ya tenía 70 años de edad, empezó a desmejorar. Su memoria fallaba, se agotaba fácilmente y su estado general empeoró. Vladímir Vinográdov, su médico personal, le diagnosticó una hipertensión aguda. Vinográdov propuso un tratamiento a base de pastillas o inyecciones y recomendó a Stalin que abandonase o al menos redujese sus funciones en el gobierno. Sin embargo, Stalin se negó a tomar ningún tipo de medicamento, a dejar ninguna tarea y además despidió a Vinográdov.En octubre de 1952 se celebró el XIX Congreso del PCUS. En él Stalin insinuó sus deseos no belicistas y no intervencionistas en el resto del mundo, tal y como ya habría publicado en su anterior Nota. Sin embargo, Malenkov hizo un discurso oficial en el cual reafirmaba que para la URSS era vital estar presente en todos los conflictos internacionales apoyando las revoluciones socialistas. Por primera vez en muchos años, el Congreso apoyó las intenciones de Malenkov y no las de Stalin. Jean Paul Sartre afirma que Stalin, sin alterarse, clausuró el Congreso con un breve discurso cuyo epílogo fue "¡Abajo los fomentadores de la guerra!".
Si bien este revés político era demasiado modesto como para amenazar su poder, tras el XIX Congreso Stalin tomó la determinación de reanudar las purgas. Su paranoia, adormecida tras la Segunda Guerra Mundial, aumentó tras recibir una carta de la doctora Lidia Timashuk, una especialista del Policlínico del Kremlin. En esta misiva, la doctora Timashuk acusaba a Vinográdov y a otros ocho médicos de origen judío de estar recetando tratamientos inadecuados a altos mandos del Partido y del Ejército, a fin de acabar con sus vidas. Sin esperar a recibir ninguna otra prueba, Stalin ordenó el arresto de los nueve médicos y aprobó que fuesen torturados hasta confesar. Dos de los acusados fallecieron durante los interrogatorios y los siete supervivientes acabaron firmando el texto que sus interrogadores pusieron sobre la mesa. Además Stalin hizo publicar en el diario Pravda que los servicios de seguridad habían estado "torpes" en descubrir lo que bautizó como el Complot de los médicos, y que había sido él mismo quien lo había desactivado.
Stalin multiplicó en estas fechas sus apariciones en público, visitaba las sedes del partido, hablaba con responsables de los distintos departamentos y nunca dejaba traslucir sus pensamientos. A finales de enero de 1953 su secretario privado desapareció sin dejar rastro. Poco después, el 15 de febrero, el jefe de sus guardaespaldas fue ejecutado sumariamente en lo que se dijo había sido una "muerte prematura". Este comportamiento aterrorizó a los miembros del Politburó, sobre todo a los más veteranos, que quedaron convencidos de que una nueva purga estaba ya en marcha. A partir de aquí, existen dos versiones sobre la muerte de Stalin.
La primera de ellas, versión oficial y hasta ahora la más verosímil, relata que la noche del sábado 28 de febrero de 1953 Stalin celebró una reunión en Kúntsevo con su círculo interno, formado por Beria, Malenkov, Jrushchov y Nikolái Bulganin. En dicho encuentro los cinco hombres vieron una película y después disfrutaron de una tardía cena. Los invitados se retiraron a las cuatro de la madrugada, cuando Stalin se fue a dormir.
La otra versión, defendida por historiadores como Iliá Erenburg y Víktor Aleksándrov, indica que esta reunión no tuvo nada de amistoso. A ella habrían sido invitados también Lázar Kaganóvich y Voroshílov, que se habrían enzarzado en una discusión con Stalin exigiéndole la liberación de los médicos. Supuestamente Stalin respondió gritándoles que eran unos traidores. Los dos miembros del Politburó habrían roto entonces sus carnés del partido y Stalin, fuera de sí, habría abandonado la reunión para encerrarse en su dormitorio.
Sea como fuere, la realidad es que al día siguiente Stalin no salió de su cuarto y no llamó ni a los criados ni a los guardias. Nadie se atrevió a entrar en su habitación hasta que, sobre las diez de la noche del domingo 1 de marzo, su mayordomo abrió la puerta y lo encontró tendido en el suelo, vestido con la ropa que llevaba la noche anterior y sin apenas poder hablar.
Se llamó a los miembros del Politburó, que lentamente fueron acudiendo a la dacha de Stalin, pero nadie llamó a un médico. Finalmente, pasadas 24 horas, Beria hizo venir a algunos doctores que dictaminaron que Stalin había sufrido una apoplejía y había caído fulminado empezando una lucha por el poder entre ellos que fue resuelta por un Golpe de Estado de Zhúkov lo que permitió deshacerse el Polisburó del PCUS de Malenkov y Beria, aspirante a suceder a Stalin.
La agonía de Stalin se alargó varios días más. En ocasiones abría los ojos y miraba furibundamente a quienes lo rodeaban. Se cuenta que en estos momentos Beria le cogía de la mano y le suplicaba que se recuperase, pero cuando volvía a desvanecerse lo insultaba y le deseaba una dolorosa muerte. El día 4 aparentó una súbita mejoría y una enfermera comenzó a darle de beber leche con una cuchara, lo que hizo que el enfermo señalase un cuadro que había sobre la cabecera de su cama, donde una niña daba leche a una oveja. En ese momento, sufrió un nuevo ataque y entró en coma. Los médicos que atendían a Stalin le practicaron reanimación cardiopulmonar en las diversas ocasiones en que se le detuvo el corazón, hasta que finalmente a las 22:10 del día 5 de marzo no consiguieron reanimarlo. Según algunos testigos , los enfermeros siguieron esforzándose hasta que un lacónico Jrushchov dijo: «Basta, por favor... ¿No ves que está muerto?».
Entierro
El cuerpo embalsamado de Iósif Stalin permaneció junto al de Lenin en el mausoleo de este desde su muerte en 1953 hasta el 31 de octubre de 1961, cuando fue retirado durante la campaña de desestalinización promovida por Nikita Jruschev y enterrado en el exterior de la muralla del Kremlin, detrás del mausoleo. Su tumba se encuentra entre las de Súslov y Mijaíl Kalinin. La estatua que la corona es de un blanco algo más claro que la del resto de líderes del mausoleo y por su ubicación resulta visible la parte de la Plaza Roja más próxima a la Catedral de San Basilio.Desestalinización
Después del fallecimiento de Stalin, el nuevo Secretario General del PCUS Nikita Jruschov, inició un proceso por el cual se denunció el eufemístico "Culto a la personalidad". Esto dio inicio al proceso político conocido como desestalinización, por el cual se denunciaron los crímenes cometidos por Stalin en contra del Estado Soviético y el Partido Comunista. Su punto culminante sucedió durante el XX Congreso del PCUS en 1956, en el cual Jruschov pronunció al cierre del mismo, el conocido Discurso Secreto pero mantuvo los mismo métodos represivos de Stalin y Beria.Número de víctimas
El debate continúa, sin embargo, puesto que algunos historiadores creen que el archivo contiene cifras poco fiables. Por ejemplo, sostiene Gellately que los muchos sospechosos torturados hasta la muerte mientras estaban en «custodia de investigación» es probable que no se hayan contado entre los ejecutados.Asimismo, existen categorías de víctimas que no fueron registradas de forma correcta por los soviéticos, como las víctimas de las deportaciones étnicas, o transferencias de población alemana después de la Segunda Guerra Mundial.
Así, mientras que algunos investigadores han estimado el número de víctimas de las represiones de Stalin en un total de 4 millones más o menos, otros creen que el número es considerablemente superior. El escritor ruso Vadim Erlikman, por ejemplo, hace las siguientes estimaciones: ejecuciones, 1,5 millones; gulags, 5 millones; deportaciones, 1,7 millones a 7,5 millones de deportados, y prisioneros de guerra y civiles alemanes, 1 millón, lo que hace un total de de alrededor de 9 millones de víctimas de la represión.
Algunos también han incluido los 6 a 8 millones de víctimas de la hambruna 1932-1933 como víctimas de la represión. Esta clasificación es controvertida sin embargo, ya que los historiadores difieren en cuanto a si la hambruna era una deliberada parte de la campaña de represión contra los kuláks, o simplemente un consecuencia no deseada de la lucha por la colectivización forzada.
Ciertamente, parece que un mínimo de alrededor de 10 millones de muertos —4 millones por la represión y 6 por el hambre— son atribuibles al régimen, con una serie de libros de reciente publicación que sugiere un probable total de alrededor de 20 millones. Por ejemplo, agregar 6-8 millones de víctimas de la hambruna según Erlikman por encima de las estimaciones de muertes directas, daría un total de entre 15 y 20 millones de víctimas. El investigador Robert Conquest, mientras tanto, ha revisado su estimación inicial de hasta 30 millones de víctimas a 20 millones. Otros siguen considerando que sus anteriores estimaciones, mucho más altas, como correctas. otros la consideran propaganda.
Familia
La primera mujer de Stalin, Yekaterina Svanidze, murió en 1907, solo cuatro años después de su matrimonio. Tuvieron un hijo, Yákov Dzhugashvili, con el que Stalin no tuvo contacto desde la muerte de su madre, y se suicidó en un capo de prisioneros alemanes.Yákov intentó suicidarse sin éxito, sufriendo graves heridas. Formó parte del Ejército Rojo y fue capturado por las tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Alemania ofreció a Stalin intercambiarlo por el general alemán Friedrich Paulus, rendido en Stalingrado, pero el dirigente soviético no accedió, arguyendo que la Unión Soviética no canjeaba soldados por mariscales de campo. Yákov murió oficialmente abatido en una valla por los guardias que custodiaban el campo de concentración, intentando escapar. Algunas personas afirman que corrió hacia la valla para que los guardas lo matasen, pero esto no ha sido comprobado.
Su segunda mujer fue Nadezhda Allilúyeva, fallecida en 1932. La causa oficial de su muerte fue una grave enfermedad, pero es posible que se suicidase disparándose tras una discusión con Stalin. Juntos tuvieron un hijo, Vasili, y una hija, Svetlana. Vasili consiguió rangos militares en la Fuerza Aérea Soviética, muriendo a causa del alcohol en 1962. Svetlana abandonó la URSS en 1967 y murió en 2011 en los Estados Unidos de América. La madre de Stalin, a cuyo funeral no asistió él, murió en 1937. Se afirma que Stalin guardaba rencor a su madre por haberlo obligado a ingresar en el seminario.
Salud
Durante su vida Stalin sufrió numerosos problemas e incidentes en su salud. Nació con sindactilia en dos de los dedos de su pie izquierdo. A los 7 años padeció la viruela, que le dejó cicatrices en el rostro durante toda su vida. A los 12 años tuvo un accidente con un carro de caballos, sufriendo una rotura en el brazo, que le dejó secuelas permanentes. Durante su infancia, tanto Stalin como su madre sufrieron maltratos físicos a manos de su padre. Stalin sufría además de psoriasis, siendo tratado sin éxito por el doctor Ignati Kazakov con una solución basada en 'lisatos', populares en la Rusia de los años 1930 para el tratamiento de numerosas patologías.Críticas al Stalinismo:
Cualquier texto sobre personas que dejaron marcas profundas en la historia, escritas sin suficiente distanciamiento temporal, crean siempre grandes problemas al autor. En Portugal, algunos camaradas que admiro me acusaron de trotskista; en Brasil, donde el artículo, más divulgado, generó polémicas, profesores de las Universidades de Campinas y de Rio Grande do Sul me dedicaron trabajos académicos, definiéndome como stalinista ortodoxo.
Siento, con todo, la necesidad de aclararr que nunca sentí atracción por Stalin. No admiro al hombre. Su personalidad me parece inseparable de actos y comportamientos sociales que repruebo y repudio.
La demonización de Stalin:
La demonización de Stalin comenzó en los años 20, adquirió proporciones mundiales con el XX Congreso del PCUS, fue retomada durante la Perestroika y prosiguió después de la desaparición de la Unión Soviética, aunque con características diferentes. Al proclamar “el fin del comunismo”, la intelligentsia burguesa, empeñada en demostrar la inviabilidad del socialismo, diversificó la ofensiva, atribuyendo a Marx, Engels y Lenin grandes responsabilidades por el “fracaso inevitable de la utopía socialista”. Stalin sobre todo fue presentado como creador y ejecutor de una técnica de gobierno dictatorial monstruosa. La palabra stalinismo entró en el léxico político como sinónimo de un sistema de poder absoluto que habría negado el marxismo al imponer “el socialismo real” mediante métodos criminales.
No son solo académicos anticomunistas los que satanizan a Stalin. Dirigentes de partidos comunistas e historiadores marxistas, algunos de prestigio mundial, prestaron credibilidad a la condena absoluta de Stalin.
Eric Hobsbawm, el gran historiador británico que fue, en la juventud, miembro del Partido Comunista Británico, esboza en su libro La Era de los Extremos- Breve Historia del Siglo XX un retrato totalmente negativo del estadista que años antes fuera por él elogiado como revolucionario merecedor de la admiración de la humanidad.
El peso de la anatemización es tan fuerte que la Fundación Rosa Luxemburgo atribuyó en Enero pasado un premio al historiador alemán Cristoph Junke por su libro Der lange Schatten des Stalinismus, una catilinaria despiada sobre un «fenómeno histórico» que es también una «una teoría y una práctica política» que exorciza.
De la Esperanza al Realismo Stalinista.
Sobre Stalin y su época fueron escritos cientos de libros. De los que leí ninguno me impresiónó tanto como este. La mayor parte condena al hombre y la obra. Una minoría de incondicionales hace lapología del dirigente comunista y defiende sin restricciones su intervención en la historia. Un abismo separa a los críticos como el polaco Isaac Deutscher (trotskista) de los epígonos como el belga Ludo Martens (maoísta), dos autores cuyos libros fueron publicados en portugués, en Brasil.
Losurdo, filósofo e historiador, al iluminar la época del hombre que fue el timonel de la URSS durante casi 30 años encamina al lector a una reflexión compleja, inesperada y difícil. No asume el papel de juez.
El conocimiento profundo de la historia de la Revolución Rusa y de las luchas que le marcaron el rumbo después de la muerte de Lenin le permitió situar a Stalin en ese vendaval bajo una perspectiva innovadora. Procura, como filosofo, comprender. No absuelve ni condena.
Acompañando la trayectoria de Stalin de la mano de Losurdo, el lector es llevado a conclusiones incompatibles con la leyenda negra creada en torno al personaje. Más Losurdo no reescribe la historia, no intenta interpretarla. Como investigador, fija la atención en periodos decisivos, procede a una selección de hechos y acontecimientos y sitúa a Stalin en los escenarios en los que actuó.
Casi todas las revoluciones devoran a sus hijos. La de Octubre de 1917 no fue la excepción de la regla. Cuando ella triunfó eran inimaginables las crisis y conflictos que desembocaron en la ejecución de la mayoría de los personajes más brillantes de la gran generación de bolcheviques que se proponía construir el socialismo en la Rusia atrasada y famélica.
El tiempo era de esperanza. Al clausurar el I Congreso de la Internacional Comunista, Lenin sintetizó su confianza en el futuro en una frase: “La victoria de la revolución comunista en todo el mundo está asegurada. Se aproxima la fundación de la República Soviética Internacional”.
La previsión fue rápidamente desmentida por la Historia.
La desaparición de las ilusiones y su superación casi coincidieron con la enfermedad y muerte de Lenin. Después de la derrota de la revolución alemana, el autor del Estado y la Revolución tuvo la percepción de que el capitalismo sobreviría por mucho tiempo y que era necesario defender a toda costa a la joven revolución rusa. Trotsky no creía en la viabilidad del “socialismo en un solo país” y, desaparecido Lenin, acuso de cobardía y oportunismo a cuantos habían renunciado a la idea de la revolución mundial.
Losurdo subraya que Stalin fue el primer dirigente soviético en afirmar que por un largo periodo histórico la humanidad continuaría dividida no solamente en diferentes sistemas sociales, sino también en diferentes identidades lingüísticas, culturales y nacionales.
En tanto Trotsky dirigía aún llamamientos a la insurrección al proletariado de Finlandia, de Polonia, de las repúblicas bálticas, y al de las grandes potencias capitalistas, Stalin criticaba las tesis sobre la exportación de la revolución. En su opinión, la correlación de fuerzas en Europa justificaba la defensa del principio de coexistencia pacífica entre países con diferentes sistemas sociales.
En una época en que muchos comunistas continuaban soñando con “el ascetismo universal”, Stalin subrayaba que el marxismo es enemigo del igualitarismo e insistía en un punto central: “sería estúpido pensar que el socialismo puede ser construido con base en la miseria y privaciones, con base en la reducción de las necesidades personales y en la caída del nivel de vida de los hombres al nivel de los pobres.”
En los capítulos en los que estudia las divergencias de fondo que opusieron a Trotsky y Stalin, Domenico Losurdo se abstiene más de una vez de críticas y elogios. Sitúa el choque en el gran cuadro de la URSS post Lenin, y resume las posiciones de ambos, recurriendo a múltiples citas.
Son particularmente interesantes las páginas en las que son confrontadas las posiciones de Trotsky y Stalin sobre los temas de organización jurídica de la sociedad, de la familia, de la propiedad y sobre todo del Estado.
La cuestión central de la extinción del Estado, prevista por Marx, y exhaustivamente analizada por Lenin, le merece una atención especial. A las críticas de Trotsky –entonces en el exilio- a la Constitución Soviética del 36, Stalin responde que las lecciones de Marx y Engels no deben ser transformadas en dogma y en una nueva escolástica.
El Estado soviético, en lugar de caminar a su extinción, se fortalece cada vez más a través de la represión en masa. Según Stalin, el papel fundamental del Estado en la URSS “consiste en un trabajo pacifico de organización económica y en el trabajo cultural y educativo”. La antigua función represiva fue “sustituida por la función de la salvaguarda de la propiedad socialista de la acción de los ladrones y expoliadores del patrimonio del pueblo”.
Losurdo señala que, en la práctica, el Estado Soviético se desvío de esa función y recuerda que en 1938 “imperaba el terror y se ampliaba monstruosamente el Gulag”.
Más la permanencia del Estado represivo no responde a la pregunta: ¿hasta qué punto es válida la tesis de Marx sobre el debilitamiento y la extinción del Estado? ¿Debe o no mantenerse el Estado en una sociedad comunista?
Losurdo recuerda que en la posición asumida por Stalin son identificables muchas contradicciones, pero señala que al contradecir una tesis clásica de Marx, el Secretario General del PCUS actuaba en un terreno minado que lo exponía a la acusación de “traidor” lanzada por Trotsky.
A partir del inicio de los años 30, Stalin, en su lucha contra la oposición, acusa a sus miembros globalmente, de ser “agentes del enemigo”.
Exageraba. Más Trotsky, principalmente, le ofrecía argumentos que contribuían a dar credibilidad de las acusaciones que le eran dirigidas. Cuando radios de Prusia Oriental comenzaron a transmitir para la URSS textos trotskistas, Stalin sacó beneficios de esa iniciativa. Y cuando Trotsky, en las vísperas de la II Guerra Mundial, el 22 de Abril de 1939, dio su apoyo a los que pretendían “liberar a la Ucrania Soviética del yugo stalinista”, se intensificó la persecución de cuadros sospechosos de ideas trotskistas.
La otra “Guerra Civil”
Al contrario de lo que se afirma en la Historia oficial de la Revolución Rusa editada por el PCUS, el grupo dirigente que asumió el poder en Octubre del 17 estaba ya dividido en lo tocante a problemas fundamentales de la política interna e internacional.
Los debates sobre los sindicatos, el papel del campesinado, la economía, las relaciones con las potencias capitalistas, la cuestión de las nacionalidades fueron siempre polémicos en el Politburó y en el Comité Central. Solamente el carisma y el inmenso prestigio de Lenin retardaron los conflictos sobre la orientación del Partido que se producirían después de su muerte.
Losurdo concluye que el Informe Secreto de Jruschov al XX Congreso presenta de ese periodo histórico una visión distorsionada y fantasiosa.
La tesis de Jruschov, según la cual corresponde a Stalin la responsabilidad por el asesinato en 1934 de Serguei Kirov, porque el joven dirigente estaría implicado en una vasta conspiración contra él, es rebatida por Losurdo con el apoyo de documentación recientemente divulgada. En la realidad Kirov tenía una gran admiración por Stalin que depositaba en él una confianza total.
Las conspiraciones para separar del poder a Stalin fueron muy reales, más las versiones de ellas presentadas en el Occidente por sovietólogos anticomunistas contribuyen en la opinión del filosofo marxista italiano para falsificar la historia. Y alcanzaron ese objetivo.
Domenico Losurdo es consciente de pisar un terreno peligroso en su tentativa de iluminar un Stalin diferente del dictador cruel, megalómano y vengativo cuyo perfil aparece esbozado en el Informe Secreto al XX Congreso. Esa imagen, con el aval de Jrsuchov, fue exportada por todo el mundo y acabó por ser aceptada en el Occidente como verdadera incluso por muchos dirigentes de Partidos Comunistas.
Los capítulos del libro de Losurdo que suscitaran más polémica en Italia y en otros países son por eso mismo los dedicados a las luchas en el Partido que precedieron a los Procesos de Moscú.
De alguna manera la carta de Lenin al Congreso del PCUS –leída por Krupskaya pero solamente publicada años después- estimuló en dirigentes del Partido la tendencia para luchar contra Stalin. Trotsky comenzó a conspirar con Kamenev y Zinoviev después de la muerte de Lenin.
Losurdo define el conflicto ideológico de la época como una “guerra civil” que fue permanente en el Partido hasta los últimos procesos del año 38. En la primera fase de la lucha por el poder, Stalin consiguió aislar a Trotsky de los viejos bolcheviques, desencadenando contra él una campaña en la que fue recordado su pasado menchevique y las polémicas mantenidas con Lenin.
El escritor italiano Curzio Malaparte, en un libro que fue best seller -Técnica del Golpe de Estado- publicado en Francia en 1931, fue uno de los primeros intelectuales europeos en escribir en occidente sobre los acontecimientos mal conocidos que, en el año 27, precedieron a la prisión de Trotsky, a su expulsión del Partido y al confinamiento en Alma Ata, en Kazajistán.
Una documentación importante confirma que Kamenev y Zinoviev, que se oponían a la política de Stalin pero sin enfrentarlo en el Politburó, participaron personalmente de esa conspiración. El objetivo era la separación de Stalin, pero el proyecto fracasó y el Secretario General recuperó una vez más a Zinoviev y Kamenev, aislando a Trotsky.
Bujarin, siempre imprevisible, habia sido hasta entonces –según Losurdo- como director de Izvestia, un aliado firme de Stalin, más a partir de la extinción de la NEP y del inicio de la colectivización de las tierras emprendida a ritmo acelerado y con recursos a métodos crueles, llegó a la conclusión de que la estrategia adoptada por el PCUS conduciría el país a un desastre. El dirigente que en Brest-Litovsk había liderado el ala izquierdista se dislocó a la derecha en un brusco viraje, convencido de que la revolución solamente podría sobrevivir si mudase de ritmo, adoptando una orientación democrático-burguesa, lo que significaría una regresión histórica.
Rogovin, un historiador trotskista citado por Losurdo, afirma que Stalin tomó entonces la iniciativa de desencadenar una “guerra civil preventiva” contra aquellos que pretendían derrocarlo. En ese periodo de conspiraciones laberínticas, la participación de destacados dirigentes en maniobras de bastidores fue permanente, y de ellas participaron algunos miembros de la vieja guardia bolchevique.
La apertura de los archivos soviéticos vino a esclarecer que algunos cambiaron con frecuencia de campo.
Rogovin, polemizando mucho más tarde con Solzhenitsin, afirma que, lejos de ser la expresión de “un ataque de violencia irracional e insensata”, el sanguinario terror desencadenado por Stalin fue en la realidad la única manera por la cual él consiguió quebrar la resistencia de aquello a lo que llama “las verdaderas fuerzas comunistas”.
En los procesos de Moscú los ex dirigentes bolcheviques aparecen todos como traidores. Más la palabra es brutal y la generalización deforma la historia. Antonov-Ovsenko, Preobrajenvsky, Karl Radek, Rakovsky, Bujarin, Kamenev, Zinoviev, entre otros dedicaron sus vidas a un proyecto radical de transformación de la sociedad cuya meta era el socialismo, rumbo al comunismo.
Domenico Losurdo, apoyado por fuentes creíbles, procura comprenderlos, descendiendo a las razones de comportamientos contradictorios que expresaban simultáneamente las dudas, las opciones ideológicas y la fidelidad al ideal comunista de esos revolucionarios.
En esas páginas sobre el periodo de las luchas internas de los años 20 y 30, la llamada conspiración de los militares merece atención especial. Losurdo no deja para el lector las conclusiones; en este caso no se limita a colocar los datos sobre la mesa.
En la torrencial bibliografía occidental sobre el asunto, el mariscal Tujachevsky, héroe de la guerra civil, es siempre presentado como víctima inocente del terror stalinista, arquetipo del revolucionario puro, triturado por un engranaje perverso.
Losurdo afirma que ya en 1920, durante la guerra en Polonia, Tujachevsky había evidenciado una ambición militarista preocupante al imponer la marcha sobre Varsovia que tuvo un desenlace desastroso. Pero Stalin confiaba todavia en él y lo promovió a mariscal después de las victorias alcanzadas en 36 contra Japón en Mongolia.
Transcurridos 70 años, continua siendo polémica la cuestión de los contactos secretos que Tujachevsky habría mantenido con potencias extranjeras. Más los historiadores que le atribuyen la aspiración de transformarse en el “Bonaparte de la Revolución Bolchevique” acumularon pruebas que lo comprometen.
El checoslovaco Benés, en 1937, informó a los franceses de esos contactos y Churchill, después de la II Guerra Mundial, admitió que la gran la depuración en el cuerpo de oficiales de la URSS afecto a elementos filo alemanes y, citando el nombre de Tujachevsky, afirmó que Stalin tenía una deuda de gratitud con el presidente Bénes. El embajador de los EEUU en Moscú Joseph Davies, alude también a una “conspiración de los militares”. El propio Trotsky, no obstante su odio a Stalin, afirma evasivamente, en un comentario a la ejecución de Tujachevsky y otros oficiales, que “todo depende de aquello que se entienda por conspiración”.
En su reflexión sobre la prolongada lucha librada en la dirección del PCUS después de la muerte de Lenin, Losurdo emplea repetidamente la expresión “las tres guerras civiles” para caracterizar la amplitud que asumieron las conspiraciones . La última finalizo con la ejecución de Bujarin.
El filósofo italiano subraya en su libro que Bujarin, después de la extinción de la NEP, decisión a la que se opuso, comenzó en reuniones privadas a llamar a Stalin “el representante del neotrotskismo” e “intrigante sin principios”. Fue el comienzo del viraje que paradójicamente, más de una vez lo aproximó a Trotsky que le inspiraba temor y admiración.
Los orígenes del Stalinismo como Sistema.
La deformación de la historia real de Rusia comenzó en Occidente inmediatamente después del derrocamiento de la autocracia zarista. La tesis según la cual la Revolución de Febrero habría sido una revolución casi sin violencia y la de Octubre una sangrienta tragedia es un mito forjado en los países capitalistas. En la realidad murió mucho más gente en la primera que en las jornadas que precedieron al asalto del Palacio de Invierno y en los días posteriores.
Losurdo, en el capitulo en que estudia los “orígenes del stalinismo”, recuerda que Stalin, contrariamente a Trotsky, defendía la compatibilidad de un “nacionalismo sano”, del “sentimiento nacional y de la idea de patria” con la fidelidad al internacionalismo proletario. Cuando el Reich nazi invadió la URSS afirmó insistentemente que el camino para lo universal pasaba a través de la lucha de los pueblos que no aceptaban la condición de esclavos al servicio del pueblo de señores imaginado por Hitler.
Stalin es acusado de defender un concepto de Estado y una política de nacionalidades cuya aplicación reflejó contradicciones antagónicas. Pero se vivía una época en que contradicciones simultáneamente evidentes e incompatibles eran comunes en la formulación de la teoría revolucionaria. Rosa Luxemburgo criticó duramente al partido bolchevique por haber liquidado la democracia tal como la concebía, más simultáneamente le exhortaba a reprimir con puño de hierro cualquier tendencia separatista de “los pueblos sin historia”, incluyendo el de su natal Polonia. Stalin, por el contrario, defendía la necesidad de un respeto enorme por las más de cincuenta nacionalidades de Rusia y consideraba que la preservación de sus lenguas y culturas le aparecía como indisociable del progreso de Rusia revolucionaria.
Esas ideas, condensadas en un libro elogiado por Lenin, no encontraron sin embargo traducción en la praxis, sobre todo a partir de los años que ejerció como Secretario general del PCUS un poder personal casi absoluto.
Más, paradójicamente, en los últimos años de vida, Stalin reasume la defensa de las nacionalidades al combatir como utópica la idea de “una lengua única para la humanidad” “cuando el socialismo triunfe a nivel mundial”. Señalando que la lengua no es una superestructura, afirma que los idiomas no fueron creados por una clase social, sino “por todas las clases de la sociedad gracias a los esfuerzos de cientos de generaciones”.
En su denso ensayo, cuya riqueza conceptual y documental es incompatible con las síntesis breves, Losurdo fija los orígenes de aquello a que se llamó el stalinismo, en una época marcada por tensiones, conspiraciones y el hambre, al inicio de la colectivización de las tierras.
Citando la Fenomenología del Espíritu, de Hegel, y lo que el filosofo alemán pensaba de la “libertad absoluta” y del “terror”, sustenta que «el “stalinismo” no es el resultado “ni de la sed de poder de un individuo, ni de una ideología, sino del estado de excepción permanente que se implanta en Rusia a partir de 1914”».
La mayoría de los historiadores occidentales serios, recuerda, coinciden en que antes de los años 30, Stalin no era aún un autócrata. Según Werth, no existía en ese tiempo el culto a la personalidad y persistía la tradición de la dictadura del proletariado.
En 1925, en plena NEP, Stalin expresaba opiniones como esta: “hoy no es ya posible dirigir con métodos militares”;”ahora no se ejerce la máxima presión, sino la máxima flexibilidad, sea en la política, sea en la organización…” Entonces consideraba un error “identificar el Partido con el Estado” y repetía que “el socialismo es el trásito (de la fase) en que existe la dictadura del proletariado a la sociedad sin Estado”.
Fue la decisión de industrializar el país rápidamente la que provocó el viraje estratégico que desencadenó la represión sobre los campesinos. Cercada por potencias hostiles, sin acceso al capital internacional, la URSS, para financiar la industrialización recurrió a los excedentes generados por una agricultura atrasada. El proyecto de colectivización de la tierra, por la manera violenta como fue concretizado, produjo desgarros no solo en el tejido social, sino en la dirección del Partido. Se alcanzó el objetivo, pero el precio social y político fue altísimo.
Pero solamente es a partir del 37, con el Gran Terror –expresión utilizada por Losurdo- cuando la dictadura del proletariado cedió lugar a la autocracia de Stalin que persiguió a la aristocracia comunista del Buro de PCUS.
En las Obras Completas de Stalin son además numerosas las páginas en que el repite que la dictadura del proletariado habría asumido un carácter muy diferente si la Guerra Mundial, anunciada con anticipación, no lo hubiese encaminado para una política de concentración del poder. ¿Sería sincero al escribir que la concibió como transitoria? Nunca lo sabremos.
Lo que está comprobado por una abundante documentación es la convicción que Stalin tenia de que después de la derrota del III Reich hitleriano se abriría a la Alianza con los EEUU e Inglaterra un gran futuro. Creyó en una era de buenas relaciones con el Occidente capitalista.
No preveía entonces para Europa Oriental fuera adecuado el tipo de regímenes que allí instaló con mano de hierro. Entendía que Polonia no debería optar por la vía de la dictadura del proletariado. “No está obligada a ello, no es necesario”. Y, hablando con dirigentes comunistas búlgaros, los sorprendió al afirmar: “es posible realizar el socialismo de un modo nuevo, sin la dictadura del proletariado”. Y cuando mantenía aún una relación cordial con Tito le dijo: “En nuestros días el socialismo es posible inclusive bajo la monarquía inglesa”.
El norteamericano Robert Conquest, el historiador de ultraderecha al que Losurdo atribuye esas palabras, señala que ellas demuestran que “Stalin estaba repensando activamente la validez universal del modelo soviético de revolución y socialismo”.
Lo que no suscita dudas es que la Guerra Fría hizo derruir eventuales planes sobre un cambio de estrategia y puso fin a la meditación ideológica sobre los modelos del socialismo. El deshielo se torno en una imposibilidad.
Y los Gulag
Losurdo dedica muchas páginas al tema de la popularidad de Stalin. Basado en fuentes de múltiples tendencias, llama la atención para una realidad desconocida en Occidente. Incluso durante el bienio del Gran Terror, 37-38, la base social de apoyo a la política de Stalin se amplió.
Se verifica, escribe Losurdo, “una interacción paradójica y trágica”. En consecuencia se daba, por un lado, un fuerte desarrollo económico y cultural y por otro del miedo suscitado por la represión; “decenas de millares de stajanovistas se volvieron directores de fabricas y una análoga y rapidísima movilidad social se produjo en las fuerzas armadas”.
En las vísperas de la guerra, el jefe de los traductores del Ministerio de Negocios Extranjeros del Reich, de visita a Moscú, al pasar por la Plaza Roja resumió en estas palabras la atmosfera de tranquilidad existente en la capital: “Quien estuvo en Moscú y no vio a Lenin, me dijo un miembro de la Embajada, no vale nada para la población rural rusa”.
En las campañas anticomunistas, los textos sobre los Gulags siberianos creados por Stalin y los relatos sobre el sufrimiento de los deportados funcionan como artillería pesada. Muchos libros han sido dedicados al tema, desde la novela que valió el Nobel a Solzhenitsin.
Losurdo aborda la cuestión de frente, situándola en una perspectiva poco habitual.
Estudio a fondo la documentación soviética existente en los archivos. Como ser humano y revolucionario le inspiran sentimientos de repulsa e indignación los campos de trabajo forzados, en cualquier país y cualquiera que sean los objetivos.
Esa posición no le impide denunciar la falsificación de las estadísticas occidentales que inflaron desmesuradamente la población de los Gulag, multiplicando el número de personas que pasaron por ellos y los que allí murieron. Simultáneamente, rechaza los paralelismos establecidos entre los campos de exterminio nazi y los campos de trabajo soviéticos. El universo de los campos de concentración siberianos eran un mundo de contradicciones. En la URSS – escribe Losurdo- la ley castigaba con rigor las violaciones rutinarias de los reglamentos. El propio Vishinsky, cuando era Procurador General de la Unión, denunció públicamente las condiciones intolerables de algunos Gulag donde los hombres eran tratados como “animales salvajes”.
Losurdo recuerda que en los campos soviéticos había bibliotecas para los deportados, y la dirección promovía espectáculos, conciertos y conferencias y que los prisioneros en muchos Gulag estaban autorizados a elaborar periódicos murales.
A partir del inicio de la agresión alemana, las condiciones de vida se suavizaron en casi todos los campos de trabajo soviéticos. Millares de prisioneros fueron beneficiados por una serie de amnistías y reintegrados en la sociedad o en las fuerzas armadas.
Losurdo, en una crítica frontal a la hipocresía de los intelectuales anticomunistas que reescriben la historia falsificándola, procede a un breve inventario de los horrores de campos de concentración creados por potencias occidentales cuyos dirigentes se presentan como campeones de los derechos humanos, horrores ocultados por un manto de silencio.
Australia, por ejemplo, a lo largo de casi todo el Siglo XIX, fue la Siberia oficial de la Inglaterra imperial. Los textos que reproduce esbozan un panorama de los campos de concentración australianos sólo comparable con los creados por las SS de Himler. Los aborígenes, además, eran aún cazados como animales en ese país en el inicio del siglo pasado.
¿Y qué pensar de los campos de internamiento instalados por Roosevelt para ciudadanos de origen japonés –incluyendo niños- cuyo único crimen era el origen étnico? Durante la guerra, muchos prisioneros alemanes fueron sometidos en los EEUU a torturas medievales, como la destrucción de los testículos.
Es de dominio público que en la primera mitad del Siglo XX los linchamientos de negros eran aún rutinarios en los Estados del sur del país. Ho Chi Min describe esos espectáculos macabros, tolerados por las autoridades. Asistió, angustiado a uno de ellos.
En las historias de Inglaterra, no hay prácticamente referencias a los campos de trabajo militarizados instalados en la India durante el imperio. Pero existieron y fueron escenario de crímenes repugnantes.
La desaparición de la memoria histórica de los horrores de los campos de concentración creados por Francia en Argelia es igualmente una realidad en la patria de Víctor Hugo.
En Alemania se ignora el genocidio planeado de los Herreros y de los Hotentotes en Namibia cuando aquel país era una colonia del imperio de los Hohenzollern. Fueron hacinados como animales en campos especiales por el ejército colonial del Kaiser Guillermo II.
Del genocidio de los indígenas también poco se habla en Canadá. Pero ese silencio no apaga el hecho de que el objetivo de los campos de la muerte del país fue el exterminio deliberado de tribus enteras de indios en un autentico holocausto.
La evocación de esos crímenes olvidados por los defensores occidentales de los derechos humanos ocupa muchas páginas en el libro de Losurdo.
Podría haber acrecentado una referencia al campo de Tarrafal en Cabo Verde y a los campos de concentración, como el de São Nicolau, que Salazar instaló en Angola.
Stalin y los judíos
La satanización de Stalin en el Occidente no es solamente una constantes de las campañas anticomunistas. Historiadores europeos y estadounidenses de prestigio identificados con la ideología neoliberal cultivaron en las últimas décadas una perversa modalidad de irracionalismo en el esfuerzo de diabolizar a Stalin.
La receta es primitiva: Stalin y Hitler serian “monstruos gemelos”. Losurdo en el desmontaje del paralelismo y de las imaginarias afinidades entre el dirigente soviético y el Führer nazi analiza los textos de autores como la destacada escritora sionista estadounidense Ana Arendt para ridiculizar la argumentación inspirada por un anticomunismo cavernícola.
Arendt, entre otras mentiras, presenta a Stalin como un anti-semita fanático. Le atribuye una “política canibalística” contra los judíos, basada en un odio racial feroz.
El historiador Robert Conquest, portavoz de la extrema derecha norteamericana, comentando la represión en Ucrania durante la colectivización, afirma que Stalin transformó aquella República soviética en un “inmenso Bergen Belsen” (un campo de exterminio alemán).
Losurdo señala que Conquest, en uno de sus libros, editado en el ámbito de una operación político cultural anticomunista, responsabiliza a la URSS por “infamias iguales en todo a las cometidas por el Tercer Reich”.
Cabe recordar que sucesivos presidentes de los EEUU manifestaron gran aprecio por Conquest como historiador y perfilaron la tesis del Golomodor (el llamado holocausto ucraniano), transformándola en una poderosa arma de la Guerra Fría. Reagan la utiliza como instrumento ideológico en el periodo que precedió al desmembramiento de la URSS.
Losurdo, al refutar las acusaciones del antisemitismo hechas a Stalin, recuerda que después del final de la guerra, antes de la división de Palestina, el dirigente soviético adoptó “una política fundamentalmente filo hebraica”. La URSS fue además el primer país en reconocer al Estado de Israel. En un mensaje dirigido desde Paris a Ben Gurion, su ministro de Asuntos Extranjeros destaca que los delegados soviéticos actuaron como “abogados de Israel” en la Conferencia de la ONU sobre la cuestión palestina.
Los archivos del Foreign Oficce del Departamento de Estado acumulan además una documentación que confirma una realidad hoy incómoda por muchos motivos: “la Unión Soviética contribuyó de manera esencial –como escribe Losurdo- para la creación y fortalecimiento del Estado hebraico”.
Losurdo, recurriendo a citas de diferentes autores, subraya que Stalin fustigaba el antisemitismo con expresiones como “chauvinismo racial” y “canibalismo”.
Muchos de los bolcheviques más destacados de la vieja guardia eran judíos. Zhdanov, un dirigente en el cual Stalin depositó una confianza irrestricta también era judío. Y durante décadas, millares de elementos de origen hebreo ocuparon funciones de la mayor responsabilidad en el Estado Soviético.
Hitler en sus catilinarias anti-semitas atribuía a los judíos un papel decisivo en la preparación de la Revolución de Octubre. Utilizando un lenguaje infame, aludía a una “horda terrorista hebraica” de “asiáticos circuncidados” y afirmaba que la sangre judía corría en las venas de Lenin. Y decía que Stalin era un judío, no por la sangre pero si por el espíritu.
La política pró Israel de Stalin solamente dió un giro de 180 grados, asumiendo una orientación antisionista, cuando los diplomáticos de Tel Aviv, después de la visita de Golda Meier a Moscú, iniciaron contactos secretos con la comunidad hebrea de la URSS con el objetivo de estimular la emigración hacia Israel de los judíos soviéticos.
“Cada hebreo –habría dicho entonces Stalin, según Roy Medvedev- es un nacionalista, y es un agente del espionaje norteamericano”.
Losurdo aborda con cautela el tema de la alegada “conspiración” de los médicos judíos de Stalin a la cual escritores y periodistas occidentales dedicaron millares de páginas. Transcurrido más de medio siglo, el fusilamiento de algunos de esos médicos continua sucintando polémicas apasionadas dentro y fuera de Rusia. El filosofo italiano, comentando versiones contradictorias, evita una conclusión, señalando que no fueron solamente dirigentes soviéticos quienes prestaron credibilidad a la teoría del complot. El diplomático británico Sir Joe Gascoigne admitió en la época que los médicos del Kremlin eran “culpables de traición”.
Comunismo antítesis del fascismo
La intensidad, las proporciones y la sofisticación de la campaña anticomunista en la cual uno de los objetivos era la destrucción de la imagen positiva proyectada en el mundo por la Unión Soviética produjeron en Occidente efectos prolongados y complejos que se manifiestan aún, transcurridas casi dos décadas desde la reimplantación del capitalismo en la patria de Lenin.
La ofensiva prosiguió. Los teóricos del capitalismo, creadores de slogans como “el imperio del mal” y otros similares, comprendieron que el esfuerzo para desacreditar a la URSS era insuficiente si no concentraban sus críticas en la ideología del sistema. Marx, Engels y Lenin se tornaron en los blancos preferidos de los intelectuales y de políticos empeñados en presentar al socialismo como un proyecto fracasado, no solamente utópico, sino monstruoso. Cualquier científico político mínimamente estudioso sabe que no existió hasta hoy un único régimen comunista. Pero simulando ignorar la evidencia –el comunismo es una fase superior del socialismo- los ideólogos de la burguesía insisten en llamar comunistas a los países que desarrollaron experiencias socialistas, entre ellos la URSS.
La mayoría de los Partidos Comunistas - el Portugués, el de Grecia, el AKEL chipriota son en Europa las excepciones del revisionismo- no supo reaccionar positivamente a esa ofensiva ideológica. Muchos dirigentes, por ella contaminados, no solamente participaron de las campañas de satanización de la URSS sino que renegaron de los valores de la Revolución de Octubre, llevando la capitulación al extremo de adherirse a las calumnias anticomunistas.
Registro que no faltan militantes de partidos revolucionarios que, por temor, no osan hoy asumirse públicamente como marxistas y comunistas.
Fue en el ámbito de esa ofensiva ideológica en la que académicos de grandes universidades europeas y norteamericanas forjaron la tesis según la cual el fascismo y el comunismo serían, al final, variantes de una misma concepción monstruosa de la política. Entre los muchos libros publicados sobre el tema, algunos como Orígenes del Totalitarismo, de Ana Arendt, fueron best-seller mundiales que diseminaron la mentira y la calumnia con barniz de verdad.
Domenico Losurdo en los capítulos dedicados a la psicopatología y a la moral de la literatura politica occidental de la época de Stalin ,y a la aberración de las comparaciones entre este y Hitler, desciende a los orígenes y motivaciones de la estrategia anticomunista.
Recuerda que ese trabajo tiene raíces antiguas. El Presidente Wilson, por ejemplo, era un fanático anticomunista. En su opinión, la Revolución de Octubre fue fundamentalmente un Complot alemán; Lenin y otros dirigentes bolcheviques habrían estado durante años al servicio de la Alemania imperial.
Losurdo, que emplea la expresión Gran Terror con mayúsculas para designar el bienio 37-38 de los Procesos de Moscú, esboza con frontalidad el cuadro sombrío de la represión en la URSS en diferentes fases de la era de Stalin.
Alerta, además, para la hipocresía de eminentes historiadores occidentales que blanquean y omiten crímenes contra la humanidad practicados por los gobiernos y fuerzas armadas de los países capitalistas en tanto se esforzan para movilizar las conciencias contra los cometidos por los “monstruos comunistas”.
Recuerda –apenas un ejemplo - que el fusilamiento de oficiales polacos por los soviéticos en Katyn fue un crimen sin disculpas. Señala sin embargo que esa masacre abyecta ha sido utilizada exhaustivamente por la propaganda occidental en el cine, la televisión, la prensa, en libros, como prueba del carácter bárbaro del régimen soviético.
En un brevísimo inventario de algunos crímenes occidentales que no figuran o son suavizados en los manuales de Historia, Losurdo cita entre otros:
-La muerte por hambre y maltratos de dos de los tres millones de prisioneros soviéticos capturados por los Alemanes en el Frente del Este.
-La masacre cometida por los británicos de millares de mujeres y niños en el campo de concentración de Kamiti, en Kenia, después de la rebelión de los Mau Mau.
-El bombardeo genocida de Dresde por los ingleses cuando la guerra estaba en el final y el apoyo de Churchill, Roosevelt y Truman a los bombardeos terroristas de ciudades alemanes sin objetivos militares con el objetivo de aterrorizar a la población.
-La ejecución en Sicilia por orden del general Patton de soldados italianos que se habían rendido al ejército norteamericano.
-El genocidio en las Filipinas en el comienzo del Siglo XX durante la revuelta contra la ocupación norteamericana.
-El exterminio total de la población aborigen de Tasmania.
-El rechazo a hacer prisioneros musulmanes durante la campaña de Sudan a finales del del Siglo XIX, campaña en la que Churchill participó como oficial de caballería.
-La ejecución en Taejon, en Julio de 1950, de 1700 coreanos que antes del fusilamiento fueron obligados a excavar la fosa donde fueron sepultados.
-El exterminio por el ejército de los EEUU del total de los habitantes de decenas de aldeas en Vietnam y Laos.
-La orden de Nixon en el inicio de los años 70 para que fuesen lanzadas en las áreas rurales de Camboya más bombas que cuantas habían caído en las ciudades japonesas durante toda la Segunda Guerra Mundial.
-El más trágico y abyecto de todos los crímenes contra la humanidad: el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki en Agosto de 1945.
El odio no hace la Historia
Para los ingleses es muy contradictorio hoy reconocer que sus líderes derramaron elogios sobre Mussolini y Hitler antes de la Guerra Mundial.
Churchill declaro en 1933 que veía “el genio romano personalizado en Mussolini, el mayor legislador vivo, que mostró a muchas naciones como se puede resistir a llegar al socialismo…” Cuatro años después, en 1937, escribió que Hitler era un político “extremadamente competente”, con una sonrisa que “desarmaba” y un “sutil magnetismo personal”. Lloyd George, el ex Primer Ministro liberal, fue aún más apologético al definir al Führer como “un gran hombre”.
Paradójicamente, los mismos dirigentes de las grandes potencias occidentales cuyos anatemas contra la URSS y Stalin continúan siendo rutinarios en las campañas anticomunistas reconocieron públicamente la decisiva importancia de la contribución soviética para la derrota del Reich Nazi y manifestaron gran aprecio por la persona del Secretario General del PCUS. Roosevelt, ya muy enfermo, no ocultó la impresión positiva que en la Conferencia de Teherán le causara la personalidad de Stalin, definiéndolo como un estadista de gran talento y cultura.
En la correspondencia de Churchill hoy publicada son numerosas las referencias altamente elogiosas de Stalin. Identificó en él a uno de los más dotados estadistas del Siglo XX. Eso no le impidió dar por lo dicho lo no dicho y ser el orgulloso padre de la Guerra Fría al esbozar en el famoso discurso de Fulton los peligros de aquello que llamó la “Cortina de Hierro”. Obviamente el Informe Secreto de Jruschov supuso un poderoso estimulo a la campaña de demonización de Stalin.
La apertura de los Archivos soviéticos y las memorias de mariscales que desempeñaron un gran papel en la derrota militar del III Reich constituyen el más eficaz de los desmentidos a las afirmaciones grotescas de ese Informe que presenta de Stalin la imagen de un dirigente que cayera en depresión con la invasión alemana y sin influencia directa en la conducción de la guerra patriótica.
La tesis provocadora de los “monstruos gemelos”, difundida por Ana Arendt y otros escritores anticomunistas, no pasa de una grotesca operación de marketing político. Pero continúa siendo el ingrediente utilizado en las campañas de satanización de Stalin.
Losurdo llama la atención hacia el protagonismo que Arendt más de una vez asumió en esa ofensiva, en la tentativa de forzar un paralelo entre Alemania nazi y la URSS Staliniana. La escritora sionista pretende iluminar “el origen del totalitarismo”, pero en la realidad su ensayo agrede a la Historia, configurando aquello que Lukács llama el asalto a la razón.
La obsesión de los ideólogos del neoliberalismo en lanzar puentes entre Stalin y Hitler es tan irracional que asume facetas de paranoia. Losurdo pulveriza la tesis y recuerda con fundamento que por el pensamiento y por su intervención en la Historia ellos fueron precisamente dos personalidades antagónica
En tanto que Hitler hizo del racismo un cimiento del Estado nazi, Stalin lo condeno como forma de canibalismo social y amenaza a la paz. Stalin embistió contra el mito de la superioridad de los arianos puros, sobretodo alemanes, sobre los demás pueblos.
La Unión Soviética asumió un papel decisivo en la descolonización y fue gracias a la solidaridad del Partido bajo su dirección, apoyo ideológico y ayuda material que las luchas de liberación nacional se desarrollaron victoriosamente en África, en Asia y en América Latina.
Hasta Friedrich Hayek, el economista austriaco que es considerado el padre del neoliberalismo ortodoxo, reconoce que sin la Revolución Rusa el llamado estado social no habría sido posible en Europa.
Stalin en la actualidad
En la actualidad el número de estalinistas se ha reducido considerablemente. En occidente Stalin es visto como un dictador tiránico y brutal y, a pesar de ello, se conservan varios partidos que defienden su papel en la URSS y su aportación a la historia del socialismo.Según un estudio denominado El nombre de Rusia, realizado en el año 2008 por la televisión estatal rusa Rossiya 1 sobre cuál era el personaje ruso más popular, Stalin se ubicaba en el puesto número tres de la lista. En la encuesta votaron más de cincuenta millones de personas en un lapso de seis meses. El proyecto incluía una lista de cincuenta figuras históricas.
El Pensamiento Stalinista.
En la esfera filosófica, la acción de Stalin ha supuesto el mismo carácter contradictorio. No obstante su formación autodidacta, Stalin adquirió una apreciable formación filosófica y así pudo abordar con rigor algunos de los problemas de la filosofía marxista. En su obra juvenil "Anarquismo y socialismo" expuso inicialmente –en un contexto político–temas filosóficos. Al analizar las afinidades y contrastes entre evolución y revolución, Stalin incurrió en la simplificación de equiparar todo cambio cualitativo a la revolución, mientras que reducía la evolución a cambios paulatinos, meramente cuantitativos, y sin poner de relieve que ambos cambios son partes del desarrollo, indisolublemente concatenados entre si. Stalin sostenía también que tanto la naturaleza como la sociedad existían en dos formas distintas, la material y la ideal, y que no es posible imaginárselas disociadas ya que ambas existen y se desarrollan juntas. Quedaba así corroborado, para Stalin, el monismo propio del materialismo filosófico, que es quid pro quo del stalinismo.
A partir de 1930, Stalin interviene constantemente en los debates filosóficos. Apoyó la lucha contra el mecanicismo cientificista y criticó, simultáneamente, las posiciones del filósofo A. M. Deborin, sustituyendo el concepto de "desviación formalista", que se le atribuía, por la de "idealismo menchevizante". En 1935 Stalin publicó su obra "Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico". Se trataba de un compendio muy didáctico, por su claridad expositiva, de las bases del materialismo histórico.
A pesar de un fuerte esquematismo, resultó útil desde el punto de vista divulgador. Empero, en las condiciones, ya por entonces muy agudas, del denominado "culto a la personalidad", fue glorificado como "una obra maestra" y constituyó el arranque de todo un periodo de dogmatismo. Stalin reaccionó también , en su trabajo, contra un presunto riesgo de "escolasticismo hegeliano" eliminando de su exposición la ley dialéctica de " la negación de la negación". Se cree que sus obras alcanzados el poder fueron redactadas por intelectuales rusos pero se puede aludir que las ideal son de él.
Subrayando el papel de la lucha de los contrarios, Stalin descuidó el de su unidad. . . así como el de algunas categorías de la dialéctica como "esencia" y Fenómeno", "singular y universal", "azar y necesidad", etc. Por ello, en los "Ensayos histórico-filosóficos" soviéticos de 1956, se critica a Stalin por "haber reducido la dialéctica a algunos elementos: nexo general de los fenómenos de la naturaleza, su desarrollo, su carácter discontinuo y contradictorio. En una atmósfera de autoritarismo y subjetivismo en que se producía la ruptura de la teoría y la práctica".
El dogmatismo de esta etapa se sustentaba también en la discutible tesis de Stalin sobre "la agudización de la lucha de clases a medida que se edificase el socialismo". Este subjetivismo de clase condujo a la tesis barroca de la existencia de "dos ciencias": la "ciencia burguesa" y la "ciencia proletaria". Ante las perjuicios que ello ocasionó para la ciencia y la cultura soviética, le correspondió sin embargo a Stalin –al menos parcialmente– el mérito de ser quien originase el viraje corrector. En 1950 Stalin intervino en un debate sobre la lingüística y sentó el principio de que "sin el enfrentamiento de opiniones y la libertad de crítica la ciencia y la filosofía no pueden desarrollarse". Stalin consideraba errónea la tesis del filólogo N. Y. Marr y de sus discípulos, que establecían una distinción clasista del lenguaje y lo integraban así como un elemento de la superestructura.
Su crítica se extendió también a otros formalistas y "proletcultistas"" que pretendían que las leyes y formas del pensamiento, estudiadas en la lógica formal, tenían también un contenido clasista al constituir un elemento de la superestructura. A juicio de Stalin, se incurría en una interpretación vulgar del principio de la posición "partidista"(partijnost) en la ciencia, que trataba con el mismo patrón a las ciencias teóricas de la sociedad –ciencias sociales como la economía política, la sociología, etcétera– que por su naturaleza están ligadas a una clase social, y las ciencias que no están conectadas a una clase determinada: la lingüística, la lógica formal, etcétera. Para Stalin, éstas últimas, al igual que las ciencias naturales, son utilizadas por diferentes clases sociales, pues no pertenecen a la superestructura sino que representan fenómenos sociales ligados directamente –sin mediación de la base– con la producción.
En su última obra, "Problemas económicos del socialismo en la URSS"(1952), Stalin debatió con varios economistas acerca de los caracteres que debería tener un manual de economía para su utilización en la URSS. Por otra parte, sostuvo que la persistencia de la ley del valor en una economía socialista se debía a que no se estaba en condiciones todavía de retribuir al trabajador según sus necesidades, sino según su trabajo. Sólo en una sociedad comunista –dotada de una plétora de riquezas, será posible retribuir al trabajador según sus necesidades.
Según Stalin, el Estado soviético debía mantener la propiedad de las denominadas "Estaciones de Máquinas y tractores "y no vendérselas a los koljoses, ya que , de las dos formas de propiedad socialista, la estatal es superior a la koljosiana. Desde algunas posiciones dogmáticas, se sostiene que el hecho de que –en la etapa de Jrushov– se vendiesen las E. M. T. a los koljoses puede datarse el comienzo de la desintegración de la URSS. Finalmente, Stalin sostuvo , erróneamente, que con la constitución de un bloque de Estados socialistas –después de la II Guerra Mundial– se había roto el mercado único mundial creándose dos mercados internacionales: el capitalista y el socialista. De hecho no fue así, ya que el denominado "mercado socialista" nunca se independizó totalmente del mercado capitalista.
Obras Comentadas.
Constitución Soviética.
Constitución de la URSS de 1936 y discurso de Stalin proponiendo su aprobación por la Asamblea de los soviets de la URSS.
Fundamentos del leninismo (1924).
La que fuera principal obra de formación comunista en las escuelas de cuadros revolucionarios de todo el Planeta durante muchos años.
El marxismo y la cuestión nacional (1913).
Uno de los más documentados y mejor argumentados estudios marxistas acerca del problema de las naciones y nacionalidades.)
Materialismo dialéctico y materialismo histórico (1938)
Este opúsculo fue tomado como compendio autorizado de la filosofía marxista por Sartre, Lalande, Paul Chauchard y muchos otros autores, pero ha sido también duramente atacado por Marcuse y muchos más como obra «escolástica y teológica».
Cómo Entiende la Socialdemocracia la Cuestión Nacional (1904)
En este temprano escrito Stalin propone derribar las barreras nacionales; critica a los federalistas porque las refuerzan, haciendo retroceder la conciencia de clase del proletariado, en lugar de impulsarla adelante. Cuando se necesita un partido proletario único y centralizado, los federalistas quieren imponer una «unión federal» descoyuntada y atomizada en partidos aislados.
Contra el Federalismo (28 de marzo de 1917)
Una fuerte crítica a las propuestas federalistas de algunos mencheviques, junto con una rectificación o matización del autor escrita años después; así como fragmentos polémicos de Engels y Lleñin contra los proyectos federalistas y municipalistas (o sea, a favor de la República unitaria y del centralismo democrático.)
El marxismo y los problemas de la lingüística (1950)
Escrito al final de la vida de Stalin, desarrolla una polémica contra la tesis del relativismo lingüístico según la cual el lenguaje es una superestructura, correspondiendo así a la diversidad de clases sociales el uso de lenguas diferentes.
Los problemas económicos del socialismo en la URSS (1952)
Una discusión sobre: el carácter de las leyes económicas en el socialismo; la producción mercantil en el socialismo; la ley del valor; el ahondamiento de la crisis del sistema capitalista mundial.
Obras
Stalin tuvo una producción escrita desde sus inicios revolucionarios, aquí se consignan sólo los más importantes:- "¿Anarquismo o Socialismo?" (1907)
- "El marxismo y la cuestión nacional" (1913)
- "Los fundamentos del leninismo" (1924)
- "¿Trotskismo o Leninismo?" (1924)
- "Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos" (1924)
- "Cuestiones del leninismo" (1926)
- "Acerca de las tres consignas fundamentales del Partido sobre la cuestion campesina" (1927)
- "Sobre la consigna de dictadura del proletariado y de los campesinos pobres en el periodo de la preparacion de octubre" (1927)
- "El caracter internacional de la Revolucion de Octubre" (1927)
- "Lenin y la cuestion de la alianza con el campesino medio" (1928)
- "Sobre el peligro de derecha en el P.C.(b) de la U.R.S.S." (1928)
- "Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo" (1931)
- "Entrevista con el escritor inglés H. G. Wells" (1934)
- "Sobre el proyecto de constitucion de la U.R.S.S." (1936)
- "Sobre el materialismo dialectico y el materialismo historico" (1938)
- "Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética" (1939)
- "El marxismo y los problemas de la lingüista" (1950)
- "Problemas económicos del socialismo en la U.R.S.S. (1952)
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